Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

30 ene 2010

Ánimas de piedra


Las montañas, a los que las amamos, nos ejercen un influjo similar al de la luna, el mar y las mareas: siempre están presentes en nosotros. Cuando hablamos, cuando pensamos, cuando estamos en ellas o cuando no.
Cuando escribimos las utilizamos de ejemplo o metáfora.
Cuando soñamos allí están en nuestras psique.
Si hay una cerca nuestra mirada la busca, la escruta, la admira, la entiende.
Si alguien habla de montañas agudizamos el oido.
Si vemos una foto de montañas nos detenemos.
Al cruzar una cordillera en avión nos quedamos pegados al cristal de la ventanilla.
Cuando amamos nunca podemos renunciar a ellas.

Por mucho que avance la tecnología textil, mecánica, electrónica, informática, meteorológica, cuando vamos a ellas siempre retrocedemos a los albores de la creación, somos un insignificante humano de pocos años de edad frente a milenarios cíclopes que han sido esculpidos por las mayores fuerzas que habitan el universo: gravedad, tectónica, agua, hielo, viento. Pese a los cientos de avances nunca controlamos todo lo que pasa, somos sus invitados y estamos a su merced.
Esta sensación de insignificancia, de humildad que nos sobrecoge en su reino de piedra es en este mundo actual más importante que nunca.

Cuesta entender la necesidad de subirlas, de esforzarse, sufrir de frío, de cansancio, calor, soledad, miedo...
Y aún cuesta mas no ya entender, sino comprender los riesgos que se asumen allí de tantas posibles maneras: trepando un vertical corredor, esquiando una canal de nieve virgen, rapelando por dentro de una cascada en un barranco, pedaleando un empinado descenso entre millones de piedras, atravesando una estrecha arista...

Siempre nos movemos en lo que sabemos que son nuestras posibilidades (que en mi caso son muy limitadas) pero en ocasiones necesitamos encaramarnos al límite. El estado de concentración plena en que te adentras no tiene parangón con nada. Lo olvidas todo. El lugar, el año, el nombre, los problemas, la gente, el dolor, el temor... tu mente trabaja muy por encima de sus porcentajes normales y sabes que la rueda de la bici no se irá 3 dedos a la izquierda, que las manos no te resbalarán, que la nieve no cederá ante tu peso… Y es verdad, no se falla. Cuando se falla es cuando se va confiado, o cuando se rebasan los límites por inconsciencia.

Esta sensación es tan valiosa como una bocanada de aire para alguien que se ahoga, como un milagro para un creyente, como un equipo de socorro para un ataque al corazón. El conocimiento interno que adquieres te ayuda a relativizar mucho más todos los problemas que puedan surgirte, para que crezca tu paz interior, para saber afrontar situaciones complicadas en la vida, aprendes a valorar las cosas sencillas, las que de verdad importan... es la piedra filosofal de un alquimista.
La montaña (en especial el alpinismo, que es la vertiente más ampliamente extendida en literatura) ha dejado muchas citas célebres. Yo tengo algunas favoritas:

-George Mallory, que murió en el Everest en 1924 a más de 8.000mts junto a su compañero Andrew Irvine (todavía se duda si llegaron a la cima, aunque seguramente no fué así) antes de su expedición, ante la pregunta de un periodista de porqué quería subir el Everest dijo: "porque está ahí" La cantidad de cosas que encierran estas 3 palabras…

-‘El camino hacia la cima es, como la marcha hacia uno mismo, una ruta en solitario’ Alessandro Gogna

-‘La montaña no es como los humanos. La montaña es sincera’ Walter Bonatti (Quzás el mejor escalador de los últimos 60 años (y eso que nunca subió ningún 8000), cansado de ser vilipendiado por las mentiras de sus compañeros de expedición en la primera ascensión al K2)

-‘Nada habría podido suceder si alguien no lo hubiera imaginado’ Reinhold Messner (primer hombre en subir los 14 ochomiles)

24 ene 2010

Buxosa, faena pendiente


Viene de buxo, boj. Una pequeña sierra pegada a Ainsa, antaño poblada de buixeras.
Actualmente se trata de un lugar tan visto y cercano como desconocido. Casi ignoto. Supongo que, por su repetición, es ya una peculiaridad del mundo rural “moderno”: zonas antaño transitadas y plagadas de vida tornan en anodinos espectadores del paso del tiempo, lugares que costó miles de jornales domesticar se pueblan de maleza y boscosidad velozmente.

Buxosa es la sierra que separa Ainsa de Morillo de Tou. Más correcto sería decir que une, o unía. Extendiéndose en el eje sur-norte, y a similitud de su hermana Partara, por el este muestra su cara más dura, inhóspita: una empinada ladera cubierta de caixigos que culmina en una pared aparentemente infranqueable, que mira desafiante hacia el Cinca (ahora embalse de Mediano).
Sin embargo, la vertiente oeste se proyecta en su mayor parte suave y moderadamente pendiente hasta alcanzar el cauce del barranco Cotón . Un lugar propicio para abancalar y domeñar, un lugar por el que hacer pasar el camino más corto hasta Morillo de Tou.

Sin embargo, Buxosa es (fue) algo más. La sierra termina en una cresta que no es tal, sino una superficie llana y aprovechable. O eso pensaron los hombres y mujeres que habitaron esta zona hace más de mil años, puesto que aún se reconocen varias edificaciones en la parte más meridional de la sierra, encima de Morillo de Tou. Una pequeña pero muy trabajada iglesia aún conserva media (literalmente) torre y la base de una estrecha nave (Castillo de Cotón o de Tou se le llama ahora).
Muros de piedra, tanto seca como rejuntada aguantan como pueden el paso del tiempo, mostrando todavía al ojo avizor indicios del pasado: corrales, casonas de doble altura, muros de contención, bodegas, bancales, caminos… Piedras pequeñas y bien trabajadas formando grandes montones aquí y allá, piras funerarias de lo que fué y ya no es.
Un camino bien cuidado por los responsables de Morillo de Tou nos lleva en escasa media hora hasta estas ruinas.
Nosotros buscamos la senda que recorría horizontalmente esta cima, valiosísima tanto desde el punto paisajístico como histórico. El abandono la ha cerrado completamente en varios puntos, si bien puede aún intuirse. Los continuos rastros de banquetes de las ardillas son buena muestra de la actual soledad del lugar.

Así mismo, recorrimos un gran parte del antiguo camino entre Ainsa y Morillo, parcialmente visible. En muchos lugares todavía persisten los muros que lo contenían a lo largo de su paso entre bancales plantados, cerca del cauce de agua. Su moderada pendiente da muestra de la ingeniería de su construcción, pues la zona, tan humanizada, demandaría un gran tránsito de gente y caballerías. Los bancales ahora se dividen en dos tipos: los que han sido repoblados con pinos, más cercanos al barranco, y los en su día ganados a la ladera, ahora completamente asilvestrados por una vegetación casi compresiva.
Este camino acaba en la zona conocida como Los Palacios, un llano anexo a Ainsa con una ermita (La Virgen de los Palacios) y todavía amplios campos en uso. La pista de acceso terminó con los restos del antiguo trazado.

Ahora, nuestra misión consistirá en limpiar y rehabilitar completamente tanto el camino Ainsa-Morillo de Tou como el ramal que recorre la cima de Buxosa y sus correspondientes enlaces norte y sur con el camino principal.
Merece la pena el esfuerzo.

7 ene 2010

Invierno

Como estos días el trabajo no me deja tiempo para salir al monte, quiero empezar el año con unas preciosas fotos invernales que me han pasado un par de buenos amigos, Pep y Carmina (la fotógrafa es Carmina) de la entrada de Ordesa:

Todo el año es buena época para pasarse por Sobrarbe.
Carretera a Ordesa

Serbales
Río Arazas