Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

14 ago 2012

No digas que fue un sueño: Alpes 2012 IV

En rojo la arista sur al Eiger. En morado la variante que tomamos al subir

Es noche cerrada cuando suena el despertador en la habitación del refu. El cansancio me chafa como una losa, no quiero que sea cierto, debe ser una pesadilla porque no puedo levantarme aún. No, todavía no. Pero sí, no queda otro remedio, malditas vacaciones!! Qué clase de gilipollas soy, que pasa su tiempo libre madrugando y cansándose como un mulo en vez e tumbarse a la bartola. En su lugar, con ayuda del frontal y en incompleto silencio me arrastro fuera del saco, me visto y agarro la mochila (ya preparada ayer noche) dirección el desayuno. Poco más de las 3 de la madrugada y ahí estamos, sentados en un comedor vacío tratando de lograr que el cuerpo admita algo de sustento: tostadas frías, zumo, leche, cereales y queso.
El momento es de esos que recordarás mucho tiempo. Sólo una luz impide que la completa oscuridad que puebla la habitación devore nuestra mesa y a nosotros con ella. Sólo unos cristales impiden que el frío y ventoso exterior nos engulla. Mientras tanto nosotros, caras soñolientas entre ropas arrugadas, masticamos metódicamente el desayuno con la expectante y engañosa tranquilidad del nervioso.
Desayunando en la oscuridad
A las 4 de la madrugada abandonamos el calor del refu para, frontales encendidos, ponernos en marcha por un desierto monocromático. Un negro con tintes azulados se extiende por doquier, dejando entrever algunos contornos pero omitiendo toda sensación de profundidad y realismo. Es como pararse frente a una pintura que ocupa toda una pared. Mientras tanto vamos descendiendo hacia el plateau glaciar hundiendo nuestras botas en una nieve demasiado blanda. A mis compañeros les va algo mejor, pero mis piernas entran hasta la rodilla (en ocasiones hasta la ingle) en el firme blanco.
Primeros pasos en la noche
Un hilo marca el nuevo día
Tras el descenso al plateau directamente remontamos una ladera bajo la mole sureste del Monch, que a mi me resulta descorazonadoramente agotadora. Ni hemos empezado el día y ya estoy así. Hundirse en la nieve es cansado físicamente, pero mucho más psicológicamente. Saber que cada paso te vas a clavar en la nieve, pero no cuánto, hace que tengas todos los músculos en tensión para equilibrarte, repartir el peso, etc. Respiro cuando la huella (que va abriendo Santi) me aguanta y sólo me hundo un poco, maldigo cuando entra medio metro, me desespero al meterme hasta la cadera.
Nubes ondeando sobre el Eiger
Una parada en la arista
 Entre tanto el día comienza a clarear bajo el lento e incansable impulso de un horizonte que va tiñéndose de dorado. Apenas una brizna de color, pero suficiente para ver el mundo con otros ojos, para sentirlo algo menos frío y duro. Para poder observar jirones de nubes jugueteando frente a la cima de nuestra meta, el Eiger (Ogro). La belleza de esta primera claridad es grandiosa, merece la pena todo madrugón para poder asistir a este amanecer, desde las alturas, desde la soledad del monte.
Amaneciendo
El Eiger con los colores de la luz de amanecida
Un poco después hemos llegado al primer Eigerjoch, el primer collado del Eiger, donde el manto blanco y ondulado que hemos recorrido da paso a un universo distinto, preñado de afiladas agujas, cornisas imposibles y  verticales pendientes de hielo y nieve. Estamos al inicio de la arista suroeste del Eiger. Vamos a dejar aquí los bastones, que ya no nos sirven para lo que falta, y sacar el piolet, acortar la cuerda entre nosotros y encender el chip de concentración total.
Pero antes la naturaleza nos da un respiro, y es que mientras sorbemos té caliente de nuestros termos, un disco rosado asoma tras los picos del horizonte, impregnando de naranja las nubes y siluetas circundantes. Es como si el mundo se detuviese, el frío remitiese y el viento aguardase callado. El dolor de piernas ha volado, igual que la sensación de nervios en el estomago. La retina ha grabado uno de esosinstantes de perfección absoluta, no un momento por el que vale la pena madrugar, sino uno que da sentido a toda una vida.
Se para el mundo, sale el sol
Pues si, por ahí pasaremos
 Como si alguien quisiese recordarnos donde estamos, al poco de tomar la arista, aún con la penumbra flotando en el lado norte de la pared, un leve ruido de succión, acompañado de un ligero temblor anuncia la caída de una gran cornisa a escasos metros de nuestra posición.
Con este susto en el cuerpo encaramos la parte más comprometida de la ascensión, una afilada arista que primero asciende formando dientes para luego bajar hasta un collado (el segundo Eigerjoch) desde donde dar comienzo el ascenso a la pirámide somital del Eiger. La cresta es una sucesión de pasos arriesgados, de caminatas por filos de nieve de pocos palmos de anchura con abismo a ambos lados, de trepes y destrepes en mixto o hielo, de travesías expuestas y de un ambiente descomunal, cientos de metros de caída a ambos lados que acaban en glaciares agrietados e inhóspitos. 
Paso a paso por la arista
Anda que no queda... al fondo de todo vamos
Me sorprendo a mí mismo al verme progresando con holgura, sin apenas dudas en ningún paso, con las fuerzas muy enteras en todo momento y con mucha confianza en terrenos comprometidos, pero siempre concentrado al 200%. Así dejamos atrás la parte más comprometida de la cresta. Un par de rapeles nos permiten descender la parte más vertical de la arista y unas travesías sencillas nos conducen al collado, a 3650m, bajo la mole cimera del Eiger. Aquí comeremos algo, que nos lo hemos ganado. Son las 8 de la mañana y hemos progresado con bastante rapidez pese a no contar con huella y haber condiciones regulares (nieve muy blanda en las zonas sur, hielo en las norte, gran profundidad de capa)
A partir de ahora las dificultades aminoran, especialmente porque no se tiene la sensación tan aérea del trozo anterior, y aprovechando la cantidad de nieve nos desviamos ligeramente de la cresta para ascender por una empinada canal, que se encuentra practicable, y que nos permite ganar altura rápidamente. No todo han de ser inconvenientes.
Lo que queda de vía. Más vale no fallar un pié
Un tramo fácil
Una vez finalizada esta canal, tomamos una cresta diagonal que nos va a llevar a la principal a través de unos largos de roca descompuesta e infame, con la veta diagonalmente hacia abajo, como los granos de una espiga de trigo. Esto hace que los crampones resbalen y chirríen constantemente y haya que estar muy atento a cada paso. Te quedas con trozos de piedra en la mano cuando no con rocas enteras. Es la característica roca del Eiger, una de las claves del drama que ha supuesto su cara norte hasta no hace tantos años.
La Sur del Monch
Cerca de la cima! Alex llega agotado, pero llega!!!
 Llegados a la arista principal, de nuevo un recordatorio de donde estamos: una cruz en la roca marca el punto de despeñe de dos alpinistas veinteañeros el año anterior. Procurando mirarla lo menos posible seguimos progresión, alternando roca con mixto, hasta que poco a poco la escalada pierde inclinación, y una larga línea nevada, apenas interrumpida por un par de resaltes nos lleva hasta el punto más alto de mis sueños. 3970m, cima del Eiger. Sueño de juventud que siempre consideré imposible. Cientos de fotos vistas de esta grandiosa montaña, docenas de relatos de sus tragedias y triunfos, películas y documentales tragados en absorta expectación. Está claro que no podré nunca subir su cara norte, pero sólo el hecho de estar sobre ella, de asomarme a tamaño abismo desde su cénit y otear el mundo, es inenarrable. Poder tener sueños desde esa cumbre que fue sueño y ahora es real.
No pienso mucho en ello, pienso en que falta toda la vuelta, que la arista que hemos hecho es igual o peor de vuelta, que estaremos cansados y que asoma gris por el cielo. Vamos, que apenas hemos hecho algo todavía.
Cima!!!
Santi en su primera ascensión al Eiger. Pronto subirá por la Norte
 Comemos un poco, con rapidez pues las nubes parece que amenazan con estropear el día y queda mucho tomate de vuelta. Son las 9,40h por lo que hemos tardado menos de 6h en llegar a cima, un tiempo extraordinario. Pero quedará otro tanto de vuelta… Así que nos ponemos en marcha tras las fotos de rigor.
El inicio del descenso es sencillo ya que tras desandar la loma cimera perdemos altura con rapidez gracias a varios rápeles en los que aprovechamos las argollas que hay colocadas en varios puntos de la cresta. De esta manera descendemos toda la parte vertical de esta pared, y ya nos ponemos a caminar en serio hasta el collado, al que arribamos coincidiendo con el despeje del día. Como el problema de la meteo ahora ya no es tal, y el horario que llevamos es holgado hacemos un alto para comer y beber relajadamente bajo el sol. Se trata del único momento de relax desde que salimos del refu esta mañana, y Alex lo agradece especialmente porque está ya cansado. El resto de la vuelta se le va a hacer un calvario pero aguantará como un jabato.
Uno de los tramos más chulos de la arista
Volviendo empieza a hacer calor
Ahora nos toca remontar de nuevo nuestra huella en pos de las paredes de la parte central de la arista. Lo que por la mañana habían sido unos sencillos rápeles son ahora varios largos de III-IV en mixto, con bastante hielo que dificulta la progresión, aunque yo nuevamente me las apaño la mar de bien, picando el hielo con el piolo y dándole uso a la mínima (recuerdos de mis pinitos escalando hielo).
Entre subidas y bajadas por canales nevadas, travesías y varias trepadas más conseguimos dejar atrás la parte más comprometida del recorrido. Las últimas partes de arista son menos agrestes y a lo lejos se vislumbra el punto en que dejamos los bastones para la vuelta. Antes de llegar a ellos pasamos por la zona donde se desprendió la cornisa, que ahora con buena luz apreciamos que tenía el tamaño de un furgón grande. Hasta nos permitimos bromear sobre ello.
El hueco dejado por la cornisa huída
Como resbalemos...
Finalizada la cresta nos quitamos los crampones y casi toda la ropa, pues el calor se ha vuelto agobiante, la nieve refleja como las paredes de un horno de leña y nos vamos recociendo al tiempo que avanzamos por medio del glaciar. Aún tendremos tiempo de ver delante nuestro una pequeña avalancha delante nuestro, una placa de apenas palo y medio que se suelta y resbala ladera abajo casi a cámara lenta. Parece de juguete pero cuando atravesamos su colada de nieve compacta ya no hace tanta gracia. Tan poca cosa que parecía y si te pilla no te sepulta, pero te rompe una pierna sin darte cuenta. Qué engañosa es la nieve…
Por fin remontamos la pala final que nos conduce al refu, al que llegamos sobre las tres del mediodía, tras once horas de actividad extenuante. Lo extraño del caso es que me encuentro muy fresco, noto que tranquilamente podría pegarme otras 2-3h andando sin demasiado sufrimiento. Debe ser que el cuerpo se me ha habituado muy bien a la altitud.
Desde la cima de divisa el destrozado glaciar Eismer
La vista hacia la cara norte desde la cima. 3000m más abajo, Grindelwald
Entrando al refu, las responsables se alegran de vernos y nos felicitan por haber conseguido finalizar con éxito esta ruta, sin huella y con tanta nieve. Según cuentan hacía ya que nadie había subido por ahí y no son muchos los que la frecuentan. Se corre el rumor y somos “los españoles que han subido al Eiger”, la fama nos precede y otros alpinistas no dejan de asaltar a Santi con preguntas sobre el estado de la vía. Aunque no quieras, se te hincha el orgullo :)
Ya puedo ponerle la cruz a este monte entre montes y seguir rescatando sueños del olvido, porque este ya es real. Aunque sea mínimamente y de refilón, puedo inscribir mi nombre cerca de las grandes leyendas de la montaña que conquistaron este pico, aunque sea por una vía mucho más humilde.
Pero esto aún no ha acabado…
Desde la cima se ve gran parte del recorrido hecho en la arista

10 ago 2012

No digas que fue un sueño: Alpes 2012 III


Canal bastante empinada
Arista de bajada del Monch
 Cómo puede hacer tanto calor aquí dentro?? Esto es inhumano!! Entre cabezada y cabezada van pasando las horas apenas dormitando, entre ronquidos vecinos y resoplidos varios. No consigo conciliar un buen sueño hasta minutos antes del toque de despertador, siempre igual!! Deseando que haga una tempestad que nos obligue a continuar durmiendo me asomo a la ventana, pero maldita mi suerte que ni una nube asoma entre el azul celeste. No queda otra que levantarse.
En plena faena
Una de las delicadas travesías por cara norte
Para mí  son los peores ratos del día, siempre es igual: desperezarme, vestirme, arreglar la mochila y dar los primeros pasos en el frío y ventoso exterior. Sólo el desayuno, entre medias, se salva. Recogemos los termos con té caliente que nos preparan en la cocina y a la entrada del refu nos calzamos toda la parafernalia: arnés, aperos, polainas, casco, crampones, piolet, gafas, crema… Y de camino que hoy nos vamos a subir al Monch (el Monje), la montaña en la que, valga la redundancia, se refugia nuestro refugio.
A las 6 de la mañana salimos por la puerta y comenzamos el avance hacia el oeste por el glaciar en busca de la línea de acceso.
Buen patio
Al fondo se ve la estación del Jungfraujoch
El Monch es un 4100 muy accesible gracias al refugio, que simplifica mucho su ascensión. Aun así no es un paseo pues la subida normal (arista sur) es una arista de nieve muy afilada en su parte final, con alguna trepada de poco grado (II), y generalmente con la dificultad añadida de la aglomeración de cordadas que buscan ganar su cumbre. Nosotros, no obstante, tenemos diferente idea en ciernes, y no es otra que hacer su travesía, ascendiendo por la más complicada arista sur-oeste para descender por la normal. Por lo que comenta Santi no es muy complicada ni larga, si bien cuenta con pasos de III/IV y mucho mixto, veremos las condiciones porque hay un paquetón considerable de nieve y apenas se han hecho ascensiones en las semanas precedentes.
Primera parte de la arista
La tremenda cara norte
Tal como nos vamos acercando al nacimiento de la vía queda claro que vamos a cansarnos, ya que no hay huella de subida. Por si esto fuese poco, la noche no ha sido todo lo fría que debería y la nieve no acaba de transformar, por lo que nos hundimos mucho más de lo necesario, especialmente mis 100kg y yo.
Atravesando la colada de una pequeña avalancha acometemos la pendiente que nos llevará al pie de un característico gendarme en plena cresta, hundiéndonos hasta el corvejón y empezando a sudar de lo lindo, pues estamos en el lado sur, expuestos al sol. Llegados a la base del gendarme, una canal mixta nos permite sortearlo por el sur y encaramarnos, ya si, a la arista propiamente dicha. Para lo poco que llevamos ascendido la vista es preciosa, tanto por el sur como sobre todo por el norte, donde el hielo, de un color azul tenebroso por las sombras, vetea la nieve y la roca de una pared que se pierde entre un kilómetro largo de penumbrosa verticalidad. Al fondo el valle despierta, verde sobre verde y azul mientras nos frotamos las manos añorando el calor de hace un suspiro. 
Un cuervo vuela bajo la mirada de la Jungfrau
Álex ceprenando en la cresta
Imitando a los córvidos que surcan el viento nos ponemos en movimiento. El primer tramo comienza juguetón, con una travesía helada y delicada por la norte donde el piolo se agradece de veras. Sin apenas dificultad técnica, se le atraganta un pelo a Álex, estamos aún fríos y tenemos que calentar el cuerpo con ejercicio. De seguido vamos dándole a varios largos de buena roca (II, III) donde mejorar la técnica de escalar con crampones, disfrutando mucho de una escalada agradecida y continuada, intercalando alguna canal de mixto, pero bastante seca en general, siempre por el filo de la arista.
Un vistazo hacia atrás nos indica que hemos ganado altura con rapidez, el ambiente aéreo se acrecienta pues aparte del omnipresente abismo norte tenemos ya sus buenos 150-200m de caída por el lado sur. Las fotos se suceden, alternas con tramos de escalada y alguna travesía.
Llegamos a una parte de la cresta nevada por la que ganaremos altura con rapidez, pues el blanco elemento aparece sólido y su cantidad facilita el ascenso en ciertos tramos. Son preciosas estas finas aristas nevadas, fotogénicas y tan características de Alpes. Paramos para comer un poco al final de la nieve, beber y comentar la jugada. Llevamos un buen ritmo así que vamos a ver qué tal se da el siguiente tramo rocoso, algo más complicado en teoría.
Aéreo es poco
Entre dos aguas
En la práctica tampoco lo es tanto, salvando un par de largos de IV o así, que se complican por la falta de apoyos para los pies (y la falta de costumbre cramponeando en seco) y más que nada por la sensación aérea, que ya sí, es total. Avanzamos como en escalera, alternando muros con zonas mixtas bastante llanas, y algunos bloques que cuelgan dios sabe como de la cresta y que sorteamos con pasos de confianza. Yo me lo estoy pasando genial, disfruto como un tocino enbardado. Duele la cabeza de la altura pero sólo cuando te paras, mientras estás concentrado y en movimiento te olvidas. Entonces lo que duelen son los pulmones que arden al ritmo desbocado del corazón.
Ariste cimera, por fin!
Salvado el primer tramo rocoso llegamos al mixto
 Y es que eso es lo que me apasiona de esto, la concentración que requiere escalar sabiendo que no tienes que fallar, es una tensión relajante, algo incongruente pero no puedo explicarlo mejor. Durante el tiempo que pasas allí arriba vas en parte preocupado de que todo vaya bien, en parte disfrutando al progresar, con el paisaje y el ambiente. Tenso como la cuerda de un arco pero con la cabeza libre de todo lo demás. Estás en el mundo, pero fuera de él. Solo existen tus extremidades, que han de avanzar seguras y coordinadas.
Me apasiona y además me siento cómodo (dentro de lo que cabe) en estos lugares. Sobre todo yendo con alguien como Santi que es como una valeriana en sí mismo, hace parecer todo sencillo y da una confianza tranquilizadora.
Santo controlando: bene, bene!!
Joder, esto pica, arf! arf!
Salvada casi la totalidad de la parte rocosa de la vía, una empinada (y fatigosa) canal de nieve nos saca del tramo más vertical de la arista. Ante nosotros se extienden unas falsamente llanas campas nevadas, directas hacia cima. Y por detrás la cresta cae en una pendiente mucho mayor de lo que parecía al subir. A nuestra izquierda vemos progresar un par de cordadas que vienen subiendo con agilidad por el hielo de la cara norte. Una de ellas saldrá a la cresta un poco delante nuestro con lo que, por fin, Santi tendrá huella que seguir. Y es que tiene que estar hasta las narices de abrir camino toda la mañana.
Lástima de esquís!
Petado o contento?
Piano piano avanzamos dándonos cuenta de que la pendiente es mayor (o nuestras fuerzas menores) de lo esperado, de que no quiere acabarse el ascenso y de que el sol pega con ansia. Conforme se estrecha la arista vemos acercarse la cima, a la que convergemos como autómatas, una minúscula repisa de apenas 5-6m2 donde escasamente cabemos nosotros 3 más los dos chicos que subían por la norte. Son las primeras personas que vemos hoy, algo que aumenta la alegría de la cima y la actividad, pues con mucho prefiero la soledad en el monte. 
Sin palabras
El plateau glaciar del Aletsch es inacabable
Son las 11 de la mañana y tras 5h de escalada estamos en la cima del Monch (4107m), mi primer 4000 y mi primera gran montaña en los Alpes. La vista es de nuevo escandalosa, con las aristas cayendo a pico hacia el abismo argénteo del glaciar, creando formas geométricas en perspectivas kilométricas y contrastes sol/sombra. La jungfrau, el Aletschhorn, el Fiescherhorn y el Finsteraarhorn sobresalen como torreones entre la blancura general. Y a nuestra izquierda se desparrama la helada cara sur del Monch, 400m de hielo vertical impresionante. De uno de sus ángulos baja una arista desde la cima, que tras allanarse en un primer collado comienza a dentellear arriba y abajo entre dos auténticas simas, hasta un segundo collado, del que trepa con fiereza hasta la cima del Eiger. Se trata de su arista suroeste, y es nuestro objetivo de mañana. Pero hoy es hoy.
Cima!!
La arista suroeste al Eiger, tela marinera... mañana??
 Tras las fotos de rigor y comer un poco comenzamos el descenso por una estrecha y marcada huella en una fina cresta sin apenas cornisas, con más tráfico del deseado pero que en ningún momento se hace dificultoso. Salvamos los resaltes con paciencia, aprovechando para tomar fotos, y en poco más de hora y media nos plantamos en el glaciar, a salvo ya de esta montaña que por fin nos pertenece. Estoy realmente cansado, el sol acentúa mi dolor de cabeza y la garganta me pide líquido. 7 horas después de salir del refu estamos de vuelta, y tenemos aún medio día para descansar, comer y beber, que bien ganado está!!
Ganando altura
Huella de bajada
 Las cervezas y el toblerone nos dan la bienvenida, así como las mesas y sillas del comedor. Estos momentos valen su peso en oro, si no fuese por ellos no valdría la pena subir montañas :) Santi deja que nos relajemos un buen rato antes de soltarnos la gracia de la tarde: ha encargado el desayuno para las 3 de la madrugada. Así que mañana será mañana.
Contraluz
Álex negociando con la roca