Eiger Nordwand |
Por fin ha llegado el día. Estoy nervioso, tenso. Llevo tras
de mi unas buenas salidas al monte donde he recobrado confianza, me he
encontrado muy a gusto “jugando” entre bloques de granito colgados en el vacío
y he comprobado que, pese al obligado parón de abril-mayo, tengo fondo
suficiente para largas jornadas de marcha. Sin embargo…
Sin embargo apenas he dormido, y eso que llevo ya un par de
semanas con el sueño de nuevo ajustado, sin los problemas de insomnio y estrés
que tanto mal me han hecho estos pasados meses. Pero esta noche es diferente.
No ha sido una noche cualquiera, sino una expedición en sí misma, un cambio de
plano, una laguna estigia tras la cual no espera el Hades, sino los Alpes.
El Eiger desde Grindelwald |
Faltaría texto para contar las veces que he imaginado lo que
me viene encima, los distintos desenlaces y peripecias que han pasado por mi
mente desde que Santi me propuso esta actividad hará cosa de tres meses. Pues
son muchas las cosas que pueden ocurrir: mal tiempo, mala aclimatación, falta
de confianza, experiencia insuficiente, poca capacidad técnica… todo ha pasado
por mi cabeza, olvidando en parte lo más importante: el sencillo y austero
correo que me envió: “tómatelo con calma, ya mola hombre, no sufras por las
dificultades”. Le di el “si quiero”
antes aún de habérmelo dado a mí mismo, pues todavía rodó por mi coco el si
podría meterle mano al berenjenal, siendo mi primera experiencia en los Alpes.
Y es que el nombre acojona y atrae a partes iguales.
Camino al Jungfraujoch |
Pero si hay algo que me atrae
aún más que la bici es la alta montaña. Y es mucho decir.
Cargar la furgo con todo, Moskowa
incluida, despedirme en casa y empezar a echar millas fue el mejor antídoto
para los nervios. El mantra de la línea central de la carretera me sirvió de
relajación, sólo rota por la tristeza que me da siempre el tener que deja a mi
perra en la guardería durante unos días. Todos los días la tendría presente.
Vistas desde la estación Eissmer (mar de hielo), cara Sur del Eiger |
Tras dejar la furgo en el
parking de larga estancia y facturar, todavía tenía varias horas de tiempo
hasta el embarque, así que Amaranta se vino a El Prat y se me llevó a echar
unas cervezas a un chiringuito de playa, buen lugar para terminar con los
nervios del viaje. No recuerdo cuando había sido mi última visita a una playa,
varios años hace ya. De vuelta al aeropuerto me encontré con Álex, el
componente que faltaba para cerrar el trío de montañeros. También de Terrasa,
como Santi, ya había estado en otras ocasiones por Alpes haciendo ascensiones,
así que yo era el novato nº1!!
Moch (4101m) y Jungfrau (4158m) |
Conociéndonos se nos pasó el
rato hasta que salió el vuelo. Por lo visto los nervios no se habían ido del
todo porque el avión me los despertó, algo que sólo otra vez me había ocurrido.
Simplemente una intranquilidad, pero rápidamente se fue como llegó. Igual que
llegó Milán y su aeropuerto, caos multicolor de aviones, ruido y personas. De
tiendas de moda y expressos, de maletas y voces. De italianas de punta en
blanco.
Y entre ellas, unos rizos
oscuros en careto siempre risueño, Santi Padros. Con Santi, con quien ya había
estado escalando en Dolomitas anteriormente (aparte de una infructuosa
intentona alpina), uno siempre está a gusto, como en casa. Pedazo de guía de
montaña, uno de los mejores del país (pese a vivir en Dolomitas) y sobre todo
un tipo genial, divertido, sencillo, agradable… y paciente!! Esta es su web http://www.dolomismo.com/es/ por si alguna
vez necesitáis un guía para hacer alpinismo, hielo, escalada, esquí de montaña
o barrancos por Alpes o Dolomitas.
En medio del collado, la estación del jungfraujoch |
Ya con todo cargado en su
furgo, salimos de Milán dirección norte, hacia Suiza, a la que por cierto se
llega en un suspiro! Lugano primero, y después remontar el río Ticino hasta el
túnel de San Gotardo (19km).
Este túnel, un avance
tremendo en lo que se refiere al tiempo empleado en el tránsito entre valles,
ha dejado una cicatriz irreparable a lo largo del curso del Ticino: plantas de
áridos, de prefabricados de hormigón, centrales eléctricas, plantas de
reciclado, barracones, canteras… Si miras al túnel en sí mismo, el impacto es
mínimo, pero si te fijas en todo lo demás… dantesco. Podría la gente de
Sobrarbe echar un ojo a ese lugar, y tener un ejemplo bastante real de lo que
supondría para nuestros valles la Travesía Central Pirenaica (TCP). Pan para
hoy, una tierra irrecuperable para el futuro.
cicatrices del túnel de San Gotardo |
Pasado San Gotardo llegamos
al precioso lago de Los Cuatro Cantones, cerca de Lucerna, y desde allí vuelta
hacia el sur, hasta Brienz e Interlaken, siempre pasando túneles de ciencia
ficción, siempre entre lagos, valles gigantescos, cascadas y pastos verdes. Es
ya noche cerrada cuando llegamos a Grindelwald, pero aun entre la negrura puede
distinguirse la abominable cara norte del Ogro, el Eiger. Dos luces destellan
desde las alturas: el refugio Mittellegi en la arista del mismo nombre y la
estación ferroviaria de Nordwand en medio de la pared. Si, eso he dicho, no me
he colado.
Descargamos en el albergue
donde vamos a alojarnos (Mountain Hostel) y preparamos ya la mochila para el día siguiente. No
pasa un suspiro desde que me acuesto hasta quedarme totalmente traspuesto. 7
horas de sueño que sientan de maravilla, me levanto fresco y animado, con un
hambre de lobo con la que bajo de la mano a desayunar.
Un postal imperecedera |
El desayuno es algo que
siempre recordaré. No por la calidad del mismo, que siendo bueno no era
excepcional, sino por tomarlo junto a un ventanal desde el que se aprecia una
vista única: un riachuelo en mayenco nos separa de unas campas verdes entre
pinares, moteadas de floridas casitas de madera, formando una ladera al cabo de
la cual una inmensa mole se yergue en callado y majestuoso esplendor. La
Nordwand, la pared Norte del Eiger, la pared de paredes, posiblemente la
montaña más famosa de la historia del alpinismo se haya frente a nosotros
enmarcada por el brillante azul del cielo mañanero. Sorber café y mordisquear
tostadas con mantequilla con la vista perdida en sus heleros y lugares
emblemáticos es embriagador: la araña, la Rote Fluh, la travesía de los dioses,
el segundo helero, el vivac de la muerte, la travesía Hinterstoisser o la
rampa. El cielo y el infierno se dan la mano.
Las inmensas Nortes de Monch y Jungfrau |
Poco antes de las 9h estamos
en la estación con los billetes al Kleine Scheidegg y al Jungfraujoch
comprados, esperando el tren bajo un sol abrasador. Se trata de un tren
cremallera en el que vamos a ascender, de manera casi ininterrumpida, 2300mt de
desnivel.
Vistas desde la estación de Nordwand. Al fondo Grindelwald |
Desde los poco más de 1000m de Grindelwald hasta los 3471m de
Jungfraujoch, la estación de tren más alta de Europa. Ascendemos de un tirón hasta el pequeño
complejo hostelero del Kleine Scheidegg, donde cambiamos de tren, en el que nos
meten en el “reservado de alpinistas”, la parte final del vagón donde podemos
dejar todos los hierros y cuerdas sin miedo de atravesar a ninguno de los
cientos de turistas con los que compartimos viaje.
Glaciar Alechts desde la estación |
Desde aquí el recorrido del
tren es, literalmente, de ciencia ficción. A finales del S.XIX a un ingeniero
suizo, Adolf Guyer-Zeller, se le ocurrió la idea de un ferrocarril que atravesase
la totalidad de la cara norte del Eiger, de oeste a este, para luego volver de
nuevo hacia el oeste, bajo el Monch y finalmente terminar en el collado del
Jungfrau o Jungfraujoch. Con una pendiente constante del 25% y siempre bajo la
montaña, este tren tardó 16 años en construirse y, sólo por falta de más dinero
y por la explosión de la IGM no llegó hasta la cima de la Jungfrau (4158m).
Alex preparándose en la estación Jungfraujoch |
Actualmente es una auténtica
máquina de hacer dinero, con viajes cada media hora y paladas y paladas de
turistas, asiáticos e hindús en su mayoría, que pagan, suben, fotografían,
consumen (tiendas, bares, restaurantes…) y bajan de nuevo al valle. Una cinta
transportadora de divisas (en las tiendas de la estación puede pagarse en
euros, francos suizos, dólares, rupias, yenes, etc) y banalidad.
Para nosotros era otra cosa,
era el acceso al blanco mundo de la alta montaña, y en cuanto pudimos salimos
al glaciar y tomamos dirección a nuestro hogar para los siguientes días: el
refugio del Mönchsjoch Hütte .
Por fin nos alejamos del mundanal ruido por unos días |
4 comentarios:
Precioso Jorge...un palcer leerte y compartir con nosotros esa experiencia.
ESPECTACULAR!!!!!!
Tanto las fotos como los relatos.;)
Jorf, como dice respect: "eres un espíritu auténtico".
Es un placer compartir aquí y el la Golden Caster de tus aventuras, de tu pasión, de tus ojos y de tu prosa.
Que prosa muchacho!!
Me tienes enganchado y esperando la segunda entrega!!
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