El cruce del Ara con Batanes |
Una noche heladora dentro del refu y huracanada fuera de él.
El aire que hace fuera es tan intenso que desistimos de levantarnos a las 4,
pues con esas condiciones subir al Vignemale no es una opción muy adecuada, así
que aún mantenemos la oreja en la almohada un rato más, a la espera de si el
tiempo mejora y con el sol para el aire. Ni con esas…
Desayunamos tranquilamente, cogiendo fuerzas para el día,
que una vez descartado en Vignemale, optaremos por continuar travesía hasta el
refu Wallon, también en territorio francés, y por medio subir algún pico que
quede cerca. Pero…
Calzándome las botas ya noto el dolor bestial en las
espinillas y en las rozaduras encima del tobillo. Las botas me han hecho unos
hematomas encima del hueso de la tibia, y la compresión al andar es
torturadora. Si a eso unimos las rozaduras (casi quemaduras), que se han
infectado, ocurre que a los primeros pasos me doy cuenta que la jornada va a
ser durísima para mí.
A punto de iniciar el tubo del Ara |
Matteo avanza despacio, pero aun así me tiene que esperar
constantemente en la subida al puerto de los Mulos porque cada paso que doy me
saltan las lágrimas, sobre todo cuando hay que esforzarse al pasar tramos muy
inclinados o coladas de las aludes de la tarde de ayer. Subo con las cuchillas
puestas, porque si no me sería imposible, concentrarse en el equilibrio con
semejantes pinchazos es tarea casi imposible. El viento no ha remitido y cuando
coronamos el puerto, éste casi se nos lleva el material mientras nos preparamos
para bajar.
Empieza a escasear la nieve |
Hablamos sobre qué hacer, y decidimos que es una tontería
que vayamos al Wallon, porque al día siguiente estaré peor, ir por ir sin
disfrutar es una tontería, y además voy a obligar a Matteo a ir a paso burra y
no hacer todo lo que le apetecía. Así que nos bajaremos hasta Bujaruelo, que es
la escapatoria más sencilla (o eso creemos entonces), y será menos doloroso que
volver a Panticosa y hacer toda la subida de Batanes.
Decidido el camino a seguir, nos tiramos por la nieve,
totalmente helada y por la que se puede bajar a toda velocidad, llegando
rápidamente al fondo del valle del Ara, tomando la vencida suficiente para no
tener que remar mucho en los toboganes del terreno. Vamos a optar por bajar por
dentro del barranco, pues se ha creado un tubo natural muy divertido por el que
deslizarnos sin más problemas que algún que otro resalte, ya que en este tramo
alto del Ara no hay cascadas hasta el cruce con Batanes.
Viejas coladas en las faldas españolas del Vignemale |
Disfruto mucho bajando por este “halfpipe” de un lado a otro
hasta que termina justo encima de las primeras cascadas, donde ya hay agua en
la superficie, y es momento para tomar una larga diagonal que nos lleve por la
orilla izquierda del Ara. A partir de aquí la nieve va a ir menguando con
rapidez, pasamos en un pestañeo del monte invernal a la eclosión de la
primavera: pasto reciente en el que destacan las primeras flores alpinas,
docenas y docenas de marmotas circulando por doquier y grandes manadas de
sarrios que bajan a abrevarse al cauce del río. La vida parece haber regresado
al (engañosamente desierto) Pirineo blanco.
Una de las docenas de marmotas del día |
Es un poco más abajo de la cabaña del Cerbillonar donde
definitivamente nos quitamos los esquís, a partir de entonces tocará patear.
Creíamos que la nieve estaría más baja (sobre todo yo) pero el calor de estos
últimos días nos ha robado algún kilómetro de deslizamiento. Así que
pacientemente, bajo un sol de verano (y sin gota de aire aquí abajo) bajaremos
hacia Bujaruelo disfrutando de un paisaje soberbio: la disputa entre primavera
e invierno por la soberanía de uno de los valles más bonitos del Pirineo, el
más largo de entre los valles de altura (hasta los Navarros) e
inexplicablemente (y por suerte para los montañero que no nos gustan las
multitudes) olvidado por culpa de su tributario Ordesa. El valle del alto Ara,
el último reducto de Sobrarbe hacia el noroeste, el inicio del que es, por
desgracia, el último río virgen del Pirineo Aragonés, sin presas ni
impedimentos humanos hasta su depositario el Cinca, a escasos metros de donde
escribo.
El cruce del Ara con Ordiso |
Llegaremos cansados
al refugio de Bujaruelo, donde nos dejan llamar para que nos vengan a recoger y
acercarnos a Panticosa por el coche, espera que capearemos con un buen bocado
que sienta como un regalo de los dioses (qué bien se come aquí, es un disfrute,
totalmente recomendable, aún recuerdo el estofado de alubias que nos metimos
entre pecho y espalda con Moncho este otoño cuando fuimos a la Brecha)
Una travesía interruptus, que espero pueda desquitarme el
año que viene, ya con botas nuevas porque no pienso volver a ponerme estas!!
Una de las cascadas que hay en el camimo a Bujaruelo |