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Norte del Vignemale desde la ventana del refugio de Oulettes de Gaube |
No siempre los planes pueden salir como estaba previsto,
pero ello no significa que nos neguemos a disfrutar el camino alternativo.
A mediados de abril, planeamos con Matteo una travesía
circular con esquís por el terreno comprendido entre Panticosa, Vignemale y
Respomunso. El primer día iríamos desde el Balneario al Refugio de Oulettes,
para al día siguiente subir al Vignemale, luego ir al Ref. Wallon, después a
Respomuso y finalmente volver a Panticosa. Daban un tiempo bastante bueno y
nieve bastante estable (salvo pasado el mediodía). Esto es lo que
finalmente pasó.
Madrugón del bueno, a las 4:30h suena el despertador, y eran
la 1 que aún danzaba por casa. Desayuno, preparar té para el termo, y aún me
toca responder un par de mails del curro antes de marchar, vaya tela!! Cargo en
el coche y bajo hasta el cruce donde ya me espera Matteo, hacemos el traslado
de material a su auto, y nos encaminamos hacia Panticosa, con un tiempo
absolutamente primaveral, 8ºC en Ainsa a esas horas.
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Balneario de Panticosa, con el Garmo Negro vigilante entre las nubes |
Una hora y poco después, con el día abriéndose camino entre
nubes y cumbres, llegamos al Balneario de Panticosa, donde ni mucho menos somos
los primeros. Furgos de gente que ha debido pasar la noche allí y esquiadores
ya prestos para salir, un tiempo más fresco (normal, estamos a 1600m) y la
claridad creciendo a pasos agigantados.
Nos cambiamos sin prisa pero sin pausa, y compruebo que mis
focas pegan menos de lo que deberían. Están ahí-ahí desde que les cambié el
pegamento, que era la primera vez y no lo debí hacer muy allá, pero hoy ya se
sueltan con demasiada facilidad. El caso es que finalmente aguantaron la
travesía sin dar mayores problemas. La pasada semana las botas me hicieron unas
rozaduras bastante heavys, así que pongo esparadrapo en las piernas (recién
depiladas debido a ello), me “emboto” y p´adelante!
Apenas hemos de andar unos minutos hasta encontrar la nieve
suficiente y calzarnos los esquís. Comenzaremos subiendo por el GR11 dirección
este, ganando altura rápidamente por una nieve dura en la que se avanza de
maravilla, pero que no precisa de cuchillas, y en poco rato llegamos a una
vaguada moteada de pino negro donde el terreno suaviza y el sol sale a nuestro
encuentro. Paramos un momento a beber y ponernos crema, disfrutando de un cielo
de maravillosos colores.
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Atravesando el ibón de Brazato, esto da algo de yuyu |
Nos adelantan un grupo de esquiadores mientras, y cuando nos
ponemos de nuevo en marcha lo hacemos siguiendo su traza, lo que al poco nos
llevará a confundirnos de camino, pues llevan distinta dirección que nosotros.
Ello nos obligará a dar un pequeño rodeo para llegar al ibón bajo de Brazato,
donde cogemos el camino bueno hasta el Ibón de Brazato, junto a cuya pasarela
nos detenemos a comer algo.
Reemprendemos camino al poco, cruzando el helado ibón y
tomando unas laderas que nos llevarán al Puerto Biello (2560m), puerto de
Batanes, divisoria con Sobrarbe, desde donde ya se divisa el valle del Ara. Hay
que abrigarse porque sopla aire, y mientras nos preparamos para bajar charramos
un poco con otros esquiadores que van a punta Bazias y que han llegado al
collado justo delante nuestro. Pese a que Matteo quiere subir a dicho pico, yo
le convenzo de que aún queda mucho día y no estoy tan fuerte como él así que
finalmente comenzamos el descenso esquiando por una nieve muy buena en la que
podemos disfrutar sin grandes esfuerzos. Pasamos por los ibones de Batanes sin
darnos cuenta de donde están, pues el manto blanco lo tapa todo y en la parte
final del valle nos encontramos con las coladas de avalanchas que se formaron
el día anterior, ya que estamos en una zona orientada al sur que recibe mucha
insolación.
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Esquiando el valle de Batanes |
En estas, nos hemos presentado delante de la mole gigante
del Vignemale, por fin desprovista de nubes, que se erige en toda su grandeza
frente a nosotros dejándonos con la boca abierta. Uno de los grandes montes más
desconocidos del Pirineo, si nos atenemos a su vertiente española.
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Vignemale, vertiente española. Majestuosidad |
Llegados al valle del Ara, puestas las focas y quitada ropa,
nos encaminamos hacia su cabecera, con un sol de justicia a nuestra espalda,
avanzando por el terreno agradable del fondo del valle, que poco a poco va
girando hacia el noreste y deja intuir nuestro próximo objetivo: el Puerto de
los Mulos. A estas alturas de día el calor ha transformado la nieve, lo que
ayuda a ganar las rampas duras del ascenso al collado, que trazamos los más
alejado posible de las coladas que salpican la pendiente. Estos días el riesgo
de aludes es de 1 por la mañana, que se transforma en 3 tras el mediodía por el
calor que humedece la nieve y la hace más pesada. Son aludes de poco recorrido
y lentas, pero no se las puede subestimar.
Ganado el puerto, las piernas están ya en su punto, así que
no me extraña que Matteo me diga que estamos más cerca de los 2000m de desnivel
acumulado que de los 1500m. Ahora todo lo que queda es bajada, así que en poco
rato estaremos en el refu.
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En el Puerto de los Mulos, mirando hacia el lado francés |
Trazamos una amplia diagonal por la pendiente (esto ya es
Francia) para vislumbrar mejor el descenso que nos espera, y al llegar a un
pequeño hombro, aparece a nuestra derecha una mole oscura y veteada de blanco
que tapa todo el horizonte. Es la titánica pared norte del Vignemale, una
anchísima tapia surcada por corredores (el más famoso de ellos, el Couloir de
Gaube) y los restos del otrora impresionante Glaciar de Oulettes. Una especie
de mini pared norte de los Alpes traída al Pirineo.
Semejante vista hace que, con perdón, se me caigan los
huevos al suelo. Merece la pena cualquier madrugón, cualesquiera horas de sudar
y sufrir para llegar a este espectáculo de la naturaleza, de las fuerzas del
viento, del agua y del hielo.
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La Norte del Vignemale, sin palabras |
Salgo del trance en que me encuentro para continuar el
descenso, que se empina bastante y que va a llevarnos a pasar junto a una
enorme avalancha que debió caer ayer. La nieve está en una mezcla de húmeda y
costra, lo que dificulta la bajada y sobre todo la hace inmensamente cansada.
Las piernas me arden a cada giro mientras tratamos de alejarnos los más
rápidamente posible de las zonas más delicadas. A causa del cansancio, la nieve
y lo poco que he esquiado estos últimos años, me pego un par de revolcones sin
consecuencias (aunque en uno de ellos un esquí me corre un buen trecho) antes
de llegar al refugio de Oulettes de Gaube, lleno hasta la bandera de
montañeros, casi todos con esquís.
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Foqueando valle del Ara adelante |
Comienza la liturgia de llegada a un refu: sácate las botas
y busca patucos de tu talla (si calzas un 46 ni te cuento lo que has de
rechirar), desarma la mochila y deja en la entrada todo el material técnico
(esquís, piolet, bastones, casco, arnés…), si te dejan subir la mochila a la
habitación mejor, si no, selecciona lo que has de llevarte arriba, pon a secar
toda la ropa mojada y las focas, haz el check in, móntate la cama y ponte ropa
seca si tienes.
Una vez instalados, beber, estirar, beber, mirar mapas,
beber, mirar la curiosa amalgama de personas con quienes compartes techo,
beber, sestear y por fin cenar. Y qué cena!!! Pocas veces he comido mejor en un
refugio: sopa (la de todos los refugios del mundo), lasaña casera, queso y
postre. Y pudiendo repetir de todo!! Qué lasaña por Dios!!!
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El Ibón de Brazato, o su silueta entre la nieve |
Una de las cosas que más me gustó fue que la gran mayoría de
comida y bebida que se servía era del valle, con lo que se fomenta el consumo
de productos autóctonos y comida KM0. Un mural junto a la cocina indicaba de dónde
provenía todo; quien hacía el queso, quien destilaba la cerveza (buenísima!),
de donde venía la fruta y verdura, de qué carnicería provenía la carne… hasta
teníamos el número de crotal y nombre de la ternera. Habría que aprender de
esto en refugios del lado español.
Como al día siguiente la idea es subir al Vignemale, y la
ISO0 estará muy alta, habrá que madrugar mucho. Nos ponemos el despertador a
las 4 y poco más allá de las 9 nos vamos a la cama, bien tapaditos con 3 mantas
que hace un frío que pela en el dormitorio.
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Matteo llegando al Puerto de los Mulos |