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Canal bastante empinada |
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Arista de bajada del Monch |
Cómo puede hacer tanto calor
aquí dentro?? Esto es inhumano!! Entre cabezada y cabezada van pasando las
horas apenas dormitando, entre ronquidos vecinos y resoplidos varios. No
consigo conciliar un buen sueño hasta minutos antes del toque de despertador,
siempre igual!! Deseando que haga una tempestad que nos obligue a continuar
durmiendo me asomo a la ventana, pero maldita mi suerte que ni una nube asoma
entre el azul celeste. No queda otra que levantarse.
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En plena faena |
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Una de las delicadas travesías por cara norte |
Para mí son los peores ratos del día, siempre es
igual: desperezarme, vestirme, arreglar la mochila y dar los primeros pasos en
el frío y ventoso exterior. Sólo el desayuno, entre medias, se salva. Recogemos
los termos con té caliente que nos preparan en la cocina y a la entrada del
refu nos calzamos toda la parafernalia: arnés, aperos, polainas, casco,
crampones, piolet, gafas, crema… Y de camino que hoy nos vamos a subir al Monch
(el Monje), la montaña en la que, valga la redundancia, se refugia nuestro
refugio.
A las 6 de la mañana salimos
por la puerta y comenzamos el avance hacia el oeste por el glaciar en busca de
la línea de acceso.
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Buen patio |
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Al fondo se ve la estación del Jungfraujoch |
El Monch es un 4100 muy accesible gracias al refugio, que
simplifica mucho su ascensión. Aun así no es un paseo pues la subida normal
(arista sur) es una arista de nieve muy afilada en su parte final, con alguna
trepada de poco grado (II), y generalmente con la dificultad añadida de la
aglomeración de cordadas que buscan ganar su cumbre. Nosotros, no obstante,
tenemos diferente idea en ciernes, y no es otra que hacer su travesía,
ascendiendo por la más complicada arista sur-oeste para descender por la
normal. Por lo que comenta Santi no es muy complicada ni larga, si bien cuenta
con pasos de III/IV y mucho mixto, veremos las condiciones porque hay un
paquetón considerable de nieve y apenas se han hecho ascensiones en las semanas
precedentes.
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Primera parte de la arista |
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La tremenda cara norte |
Tal como nos vamos acercando
al nacimiento de la vía queda claro que vamos a cansarnos, ya que no hay huella
de subida. Por si esto fuese poco, la noche no ha sido todo lo fría que debería
y la nieve no acaba de transformar, por lo que nos hundimos mucho más de lo necesario,
especialmente mis 100kg y yo.
Atravesando la colada de una
pequeña avalancha acometemos la pendiente que nos llevará al pie de un
característico gendarme en plena cresta, hundiéndonos hasta el corvejón y
empezando a sudar de lo lindo, pues estamos en el lado sur, expuestos al sol.
Llegados a la base del gendarme, una canal mixta nos permite sortearlo por el
sur y encaramarnos, ya si, a la arista propiamente dicha. Para lo poco que
llevamos ascendido la vista es preciosa, tanto por el sur como sobre todo por
el norte, donde el hielo, de un color azul tenebroso por las sombras, vetea la
nieve y la roca de una pared que se pierde entre un kilómetro largo de
penumbrosa verticalidad. Al fondo el valle despierta, verde sobre verde y azul
mientras nos frotamos las manos añorando el calor de hace un suspiro.
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Un cuervo vuela bajo la mirada de la Jungfrau |
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Álex ceprenando en la cresta |
Imitando a los córvidos que
surcan el viento nos ponemos en movimiento. El primer tramo comienza juguetón,
con una travesía helada y delicada por la norte donde el piolo se agradece de
veras. Sin apenas dificultad técnica, se le atraganta un pelo a Álex, estamos
aún fríos y tenemos que calentar el cuerpo con ejercicio. De seguido vamos
dándole a varios largos de buena roca (II, III) donde mejorar la técnica de escalar
con crampones, disfrutando mucho de una escalada agradecida y continuada,
intercalando alguna canal de mixto, pero bastante seca en general, siempre por
el filo de la arista.
Un vistazo hacia atrás nos
indica que hemos ganado altura con rapidez, el ambiente aéreo se acrecienta
pues aparte del omnipresente abismo norte tenemos ya sus buenos 150-200m de
caída por el lado sur. Las fotos se suceden, alternas con tramos de escalada y
alguna travesía.
Llegamos a una parte de la
cresta nevada por la que ganaremos altura con rapidez, pues el blanco elemento
aparece sólido y su cantidad facilita el ascenso en ciertos tramos. Son
preciosas estas finas aristas nevadas, fotogénicas y tan características de
Alpes. Paramos para comer un poco al final de la nieve, beber y comentar la
jugada. Llevamos un buen ritmo así que vamos a ver qué tal se da el siguiente
tramo rocoso, algo más complicado en teoría.
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Aéreo es poco |
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Entre dos aguas |
En la práctica tampoco lo es
tanto, salvando un par de largos de IV o así, que se complican por la falta de
apoyos para los pies (y la falta de costumbre cramponeando en seco) y más que
nada por la sensación aérea, que ya sí, es total. Avanzamos como en escalera,
alternando muros con zonas mixtas bastante llanas, y algunos bloques que
cuelgan dios sabe como de la cresta y que sorteamos con pasos de confianza. Yo
me lo estoy pasando genial, disfruto como un tocino enbardado. Duele la cabeza
de la altura pero sólo cuando te paras, mientras estás concentrado y en
movimiento te olvidas. Entonces lo que duelen son los pulmones que arden al
ritmo desbocado del corazón.
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Ariste cimera, por fin! |
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Salvado el primer tramo rocoso llegamos al mixto |
Y es que eso es lo que me
apasiona de esto, la concentración que requiere escalar sabiendo que no tienes
que fallar, es una tensión relajante, algo incongruente pero no puedo
explicarlo mejor. Durante el tiempo que pasas allí arriba vas en parte
preocupado de que todo vaya bien, en parte disfrutando al progresar, con el
paisaje y el ambiente. Tenso como la cuerda de un arco pero con la cabeza libre
de todo lo demás. Estás en el mundo, pero fuera de él. Solo existen tus
extremidades, que han de avanzar seguras y coordinadas.
Me apasiona y además me
siento cómodo (dentro de lo que cabe) en estos lugares. Sobre todo yendo con
alguien como Santi que es como una valeriana en sí mismo, hace parecer todo
sencillo y da una confianza tranquilizadora.
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Santo controlando: bene, bene!! |
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Joder, esto pica, arf! arf! |
Salvada casi la totalidad de
la parte rocosa de la vía, una empinada (y fatigosa) canal de nieve nos saca
del tramo más vertical de la arista. Ante nosotros se extienden unas falsamente
llanas campas nevadas, directas hacia cima. Y por detrás la cresta cae en una
pendiente mucho mayor de lo que parecía al subir. A nuestra izquierda vemos
progresar un par de cordadas que vienen subiendo con agilidad por el hielo de
la cara norte. Una de ellas saldrá a la cresta un poco delante nuestro con lo
que, por fin, Santi tendrá huella que seguir. Y es que tiene que estar hasta
las narices de abrir camino toda la mañana.
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Lástima de esquís! |
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Petado o contento? |
Piano piano avanzamos
dándonos cuenta de que la pendiente es mayor (o nuestras fuerzas menores) de lo
esperado, de que no quiere acabarse el ascenso y de que el sol pega con ansia.
Conforme se estrecha la arista vemos acercarse la cima, a la que convergemos
como autómatas, una minúscula repisa de apenas 5-6m2 donde escasamente cabemos
nosotros 3 más los dos chicos que subían por la norte. Son las primeras
personas que vemos hoy, algo que aumenta la alegría de la cima y la actividad,
pues con mucho prefiero la soledad en el monte.
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Sin palabras |
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El plateau glaciar del Aletsch es inacabable |
Son las 11 de la mañana y tras
5h de escalada estamos en la cima del Monch (4107m), mi primer 4000 y mi
primera gran montaña en los Alpes. La vista es de nuevo escandalosa, con las
aristas cayendo a pico hacia el abismo argénteo del glaciar, creando formas
geométricas en perspectivas kilométricas y contrastes sol/sombra. La jungfrau,
el Aletschhorn, el Fiescherhorn y el Finsteraarhorn sobresalen como torreones
entre la blancura general. Y a nuestra izquierda se desparrama la helada cara
sur del Monch, 400m de hielo vertical impresionante. De uno de sus ángulos baja
una arista desde la cima, que tras allanarse en un primer collado comienza a
dentellear arriba y abajo entre dos auténticas simas, hasta un segundo collado,
del que trepa con fiereza hasta la cima del Eiger. Se trata de su arista
suroeste, y es nuestro objetivo de mañana. Pero hoy es hoy.
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Cima!! |
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La arista suroeste al Eiger, tela marinera... mañana?? |
Tras las fotos de rigor y
comer un poco comenzamos el descenso por una estrecha y marcada huella en una
fina cresta sin apenas cornisas, con más tráfico del deseado pero que en ningún
momento se hace dificultoso. Salvamos los resaltes con paciencia, aprovechando
para tomar fotos, y en poco más de hora y media nos plantamos en el glaciar, a
salvo ya de esta montaña que por fin nos pertenece. Estoy realmente cansado, el
sol acentúa mi dolor de cabeza y la garganta me pide líquido. 7 horas después
de salir del refu estamos de vuelta, y tenemos aún medio día para descansar,
comer y beber, que bien ganado está!!
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Ganando altura |
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Huella de bajada |
Las cervezas y el toblerone
nos dan la bienvenida, así como las mesas y sillas del comedor. Estos momentos
valen su peso en oro, si no fuese por ellos no valdría la pena subir montañas :) Santi deja que nos relajemos un buen rato antes de
soltarnos la gracia de la tarde: ha encargado el desayuno para las 3 de la
madrugada. Así que mañana será mañana.
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Contraluz |
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Álex negociando con la roca |
1 comentario:
Espectacular Jorge, que envidia, que cojones le echáis, y que bonitas fotos y seguro experiencia, todo ello muy bien contado para el que está al otro lado...
Un abrazo, Josean
joseanguib@gmail.com
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