Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

21 feb 2011

Una Siberiana en Sobrarbe


Este pasado domingo 20 de febrero tuvimos una marcha ciclista un tanto especial.

Bruis, una vecina de la Fueva organizó a través del foro de Ciclismo a Fondo la II Kedada Siberiana CAF que tuvo lugar en esta ocasión aquí en Sobrarbe. Contando con ayuda de su padre Ángel y su familia, y una pequeña colaboración del CAS, hay que agradecerle todo el empeño puesto en que saliese a pedir de boca. GRACIAS!!

En total 53 ciclistas tomamos la salida a las 9:30h, la mayoría venidos del foro, pero una buena docena procedentes de la zona, lo que refleja el buen estado de la cantera sobrarbense :)
Tomando como referencia el recorrido de la Revientachulos, la marcha salía de Ainsa para bajar entre una densa niebla hasta Ligüerre de Cinca y allí tomar dirección La Fueba a través del puente del Entremón y por la dura subida hacia Palo, con muchas rampas por encima del 10%. En el collado previo al pueblo tomamos dirección Trillo para continuar subiendo hacia Troncedo por unos parajes espectaculares y unas rampas no menos reseñables.

Posteriormente bajamos hasta Tierrantona, donde frente a la casa de Bruis había preparado un extraordinario avituallamiento que tenía en las rosquilla de su abuela la joya de la corona. Realmente impresionantes.

De Tierrantona muchos ya abandonaron dirección Ainsa, pero aún quedamos un grupo de valientes que cogimos carretera Los Molinos para ascender el puerto de San Lorién, siempre al amparo de las inmensas paredes de la Peña montañesa, cruzar hasta Ceresa y finalmente bajar hacia Ainsa con todo el viento pegando de cara.

Llegamos justo para ducharnos en el pabellón y sentarnos a la mesa para degustar un plato de macarrones (o dos, o tres...) y una parrillada de carnes y tortetas, todo bien regado de vino y charradas.

Una jornada muy agradable en la que muchos pudimos hacer el primer entrenamiento "de calidad" de la temporada, algo que falta me hace porque la que me espera en mayo... :)

17 feb 2011

Crónicas dolomíticas: Día 5: Masenade, Constantini. De fierros y boiras


Despertarse a las 05:00 darse cuenta que hoy no tienes porqué madrugar es una grandísima alegría.
Volver a mirar el reloj, con un ojo abierto entre las sábanas, que al rato ya marca las 10:00, te hace sonreír.
Me incorporo despacio, apoyo los pies en el suelo y con total parsimonia me acerco a la cocina entre el crujir de la tarima y el silencioso caer de los copos tras la ventana. Dejo que se caliente la leche mientras atisbo a través del cristal, tratando de descubrir cuánto tiempo lleva nevando. Pendientes bancas han sustituido la oscura losa de los tejados de Fornesighe, la niebla vela los montes que acostumbraban a saludarme todos los días y la quietud que se respira parece que llegue de un mundo diferente al nuestro.
Acabo de prepararme el café, que tomo acompañado de un buen puñado de galletas de chocolate mientras Internet me cuenta que ha ocurrido este tiempo en el mundo, tiempo en que mi universo se había reducido a montañas y bosques, al mantra continuo de poner un pié delante del otro, a cervezas y conversaciones con Santi.
La verdad es que no me interesa demasiado lo que pasa tras la pantalla del portátil, así que termino mi café siguiendo con la mirada el baile de la nieve en el exterior.
Son ya las 11:00, hay que ver lo que da de sí una hora ociosa. Se me ha hecho sueño otra vez. Mejor dicho, todavía no se me ha ido. Así que al dilema de dormir o dormir, acabo tirando por la calle del medio y lo siguiente que veo son las manecillas del reloj, la corta en el número 3 y la larga en el 6.
Esto ya es otra cosa, y cura de sueño mediante, vuelvo a tener un hambre de lobo.
Comer, leer, picar, leer, y en que me doy cuenta el día ha terminado… qué gozada son 24 horas de silencio.

Esta vez sí, las 05:00 es hora de levantarse.
Como la meteo para hoy es revuelta, mejor madrugar para aprovechar las primeras horas del día, que es cuando parece que hará menos malo.
Subimos en furgo al Passo Durán, bien cerquita de Zoldo, 1650mts. Lloviznea a ratos, el tiempo está oscuro, húmedo y frío, vamos un placer para calzarse las botas de monte.
Comenzamos a andar y me doy cuenta que ni 24h de relax absoluto han servido para quitarme el dolor de piernas, ouch!!
Entre hierba y barro vamos ascendiendo por una húmeda pendiente boscosa, callados, aún con poca luz, hasta que en algo más de media hora llegamos a un pequeño refugio en un hombro justo por encima del bosque. Unos rayos de sol, que se abre paso entre las nubes, nos saludan. Serán los últimos que veamos.

5 minutos después del refugio, la senda muere al pié de una abrupta pared de orientación oeste que se desvanece entre la niebla, y cuyo fin la imaginación coloca en el infinito. La pared tiene una placa metálica, y al lado de ella nace una sirga que vemos perderse en la distancia, pared arriba. Se trata de la Ferrata Constantini, la que dicen es la más larga y dura de los Dolomitas. Pero eso yo no lo sabré hasta que hayamos acabado el día. Esta ferrata asciende unos 1000m de desnivel hasta a la Cima delle Masenade, así que nos queda mucha tela, menos hablar y vamos a trepar.

Según ascendemos, nos vamos viendo aprisionados entre el vacío bajo nuestros pies y la densa niebla a la que poco a poco vamos alcanzando. La ferrata es bastante vertical, pero la roca, aun húmeda, es de buena raza y se agarra bien, permitiendo trepar con facilidad.
Para agilizar, uso sólo un mosquetón del disipador, y en tramos más sencillos ni eso, pues me siento muy cómodo en la pared, con mucha confianza.

Desde luego hoy las vistas no van a ser de postal, pero sí que la atmósfera que tenemos alrededor hace de la jornada un día diferente. La niebla ya nos rodea, dotando de una sensación de irrealidad que nos acompañará todo el ascenso. Las distancias son etéreas, las siluetas, fantasmas encadenados a la pared, gris sobre gris fluyendo al ritmo de una brisa que abre y cierra la bruma a su antojo.

En ocasiones parece que puedas agarrar las nubes, estirar y ayudarte de ellas para escalar, mientras que hay momentos en que hacen de pasos sencillos lugares imposible.
Un sueño viscoso que nos va transportando pared arriba, al que ya se ha unido el hielo, que recubre rocas, sirga y las escasas briznas de hierba que resisten en las repisas.
Santi es una silueta informe pocos metros encima mío, tal es la densidad de la niebla. No vemos a escasos metros, ni hacia arriba ni hacia abajo, no hay referencias donde situarnos salvo la sirga que nos impele a continuar pared arriba, dios sabe donde.
Por un lado la bruma nos quita la impresión que causa el vacío, que debe ser ya muy grande a nuestros pies, y por otro envuelve en un misticismo cada paso, llena de incertidumbre el camino, qué habrá más adelante? Hacia dónde nos conduce el camino trazado en la verticalidad de esta inmensa montaña?

Ya la nieve nos rodea, ya el viento silba alrededor, el terreno se vuelve más inhóspito, más frío. La pared es menos continua, está más rota, con aristas aquí y allá entre las que vamos desfilando silenciosamente, acurrucados en nuestros pensamientos.
Algún copo cae del cielo, alguna piedra rueda hacia el abismo, nada que no hayan visto estos muros cientos de millones de veces, para los que nosotros apenas somos una molestia insignificante, la causa por la que pagar el peaje de ser grapados de arriba abajo a base de sirga y tornillos.

Tengo las manos ateridas del frío y de la humedad, los guantes empapados de agarrar el cable congelado o las nevadas presas de la pared. Los dedos de los pies hace un rato que ni los noto.
Hacemos una parada rápida para comer una chocolatina y nos abrigamos con el gore, pues comienza a nevar con algo más de fuerza.

Hemos cruzado la frontera que separa la roca de la nieve, ahora todo es mixto resbaladizo, relieves tétricamente blanquecinos sobre fondo marengo, escala de grises que vamos atravesando con los sentidos alerta, cambiando paulatinamente de vertiente, algo de lo que sólo el viento nos avisa.
Debemos estar cerca ya de los 2.800mts cuando súbitamente aparecemos en una estrecha lengua de nieve coronada con un hito que señala la cima delle Masenade. Echaremos una foto para saber que hemos estado aquí y trataremos de buscar abrigo algo más abajo, pues no hay ganas de estarse mucho rato arriba, y todavía queda bajar.

La ferrata continúa cresteando y la sirga la mayoría del rato o no está o se oculta enterrada entre la nieve, suerte de la memoria y orientación de Santi porque sin haber estado antes aquí es imposible orientarse con un horizonte de apenas 2 metros.
Cabalgamos la montaña un rato más, trepando y destrepando resaltes sin solución de continuidad, con mucho ojo al pisar pues un resbalón donde no hay sirga es el ocaso.
En un momento dado, Santi avisa que dejamos la ferrata, que todavía ha de subir un poco más para luego bajar al punto de partida, porque vamos a descender por la cara contraria, hacia el este.

La bajada consiste en una pendiente completamente nevada, una anchísima canal con nulo riesgo de avalanchas en esta época, por la que primero bajamos con cuidado, procurando no resbalar demasiadas veces, empapándonos por completo y sin ver que hay más debajo del alcance de una brazada. Aunque Santi ya me ha advertido que no tiene nada peligro, no puedo dejar de imaginar qué hay más abajo, la incertidumbre siempre colorea los recorridos con mayor expectación y misterio.
Primeramente la pala estaba bastante empinada, pero ahora se ha suavizado mucho y bajamos casi corriendo, a grandes zancadas entre la nieve, disfrutando como un crío en sus primeras nevadas.

Cerca de una hora después llegaremos a un pequeño refugio, tras buscar los rastros de camino entre la inmensa blancura del valle, y aprovechar que aquí más abajo ya las nubes dejan ver el horizonte.

En la pequeña caseta metálica apenas paramos a comer lo justo, porque estamos empapados y todavía quedan cerca de 2h de caminata hasta el coche, subiendo y bajando por un sendero húmedo y patinoso que, entre tasca, roca, maleza y bosque, nos conduce hasta el Passo Durán, donde aguarda el coche!!

22 ene 2011

Crónicas dolomíticas: Día 4: Pelmo, Cadore. De "cengias" y sufrimiento


La noche cerrada se rasga en el horizonte. Como una cuchillada que deja tras de si una línea carmesí en la piel, la distante raya anaranjada va lentamente abriéndose y comienza a descubrir siluetas. Como si fuera un decorado, árboles, lomas y picos van apareciendo allá por el este.
Sentados en el exterior del refugio Venezia atendemos a la función y entre medias, de vez en cuando, nos acordamos de respirar.

Deben ser las 7 de la mañana y ya hemos andado la hora y media que separa el coche de este refugio, silenciosos y refugiados del frío en nuestro interior hemos tratado de no tropezar en la helada oscuridad que nos ha transportado hasta aquí desde Zoppe di Cadore.
Mientras Santi ocupaba su mente con la música del Ipod yo me centraba en el dolor de piernas que por fin ha acabado de remitir. Ácido láctico cristalizado que recuerda el tute que ya llevamos encima.

La claridad ya es suficiente para atisbar la gigantesca mole que tenemos a nuestra espalda. La cara este del monte Pelmo se levanta vertical e inexpugnable como una fortaleza salida de las leyendas medievales. Pero, como todas ellas, tiene una entrada secreta.

El refugio Venezia marca claramente la línea en la que la nieve se hace profusa, y más arriba blanquea la empinada pendiente que muere donde nacen las murallas de piedra. Murallas grisáceas salpicadas de trazos blancos: pequeñas fajas (cengias las llaman aquí) colgadas en la pared. Unas más largas, otras exiguas y otras caprichosas.
Una de estas últimas guarda un secreto desvelado por cazadores hace muchos años.

Nos ponemos a subir ladera arriba y en 20 minutos llegamos cerca de la pared antes gris, ahora ya rosada por los primeros rayos del día. La sola calidez que desprenden hace que me reconforte por completo. Es una luz tan hermosa y cambiante que parece irreal, como llevar unas gafas de sol en las que intercambias el color de las lentes.

Llegados al pié de la pared sacamos los aperos de aseguramiento: arneses, cintas express, mosquetones, cuerda, y al ensamble nos ponemos a trepar unos resaltes nevados que en seguida nos sitúan en la famosa “Cengia di ball”.

La cengia resulta una estrecha e impresionante faja de 500m de longitud que da acceso al valle colgante que hay encima de la pared.
Un sitio de esos donde conviene no tener vértigo, y que ganan dificultad con la fama, pues hay que ser muy torpe para despeñarse… aunque la nieve y el hielo complican un poco el asunto en nuestro caso.
Eso si, si te resbalas te recogen en cachitos.
Algunos pasos requieren destreza pero con algo de experiencia y sangre fría es muy accesible. Y hay chapas de vez en cuando que permiten un mejor aseguramiento en los lugares que tienen mayor compromiso.
El mayor problema real es el hielo pero lo solventamos (los solvento yo, a Santi le da igual J ) sin más dilación para tras media hora de funambulismo llegar a un pequeño barranco que corta la pared y por el que nos encaramaremos a la parte superior del Pelmo.

Dejamos aquí el material para la vuelta y al abrigo del viento echamos un bocado; el sol ya calienta y se agradece hacer un rato de lagartija.
Reanudamos el camino, subiendo pegados al barranco (que no es más que un desagüe del valle colgante de la montaña), de piedra en piedra, de paso en paso. Este nos conduce finalmente a una dura pendiente a ratos nevada que termina allá arriba (muy arriba) en unos resaltes rocosos. Después sólo cielo azul transparente, limpio y resplandeciente.
Llevamos los crampones en la mochila pero no sirven para nada, toda la nieve está blanda y sopa, y nos clavamos en ella haciéndose la subida mucho más dura de lo que parecía. Pero es sólo el principio…
No hago más que preguntar que altura llevamos, cuánto queda, estoy muy cansado. Hoy por fin noto todo el esfuerzo continuado de estos días. Santi me anima y así poco a poco ganamos la cuesta.

Esta ladera se abre desde la pared inferior y asciende flaqueada en sus laterales por dos inmensas torres pétreas, miles de millones de kilogramos de dolomía. A su vez estas torres se alargan hacia atrás formando un circo interior que comienza justo al final de dicha ladera y se cierra al fondo por la elevación de la cima principal del Pelmo, a 3.186mts. Unos 1600m más debajo de donde hemos dejado el auto.

Llegar al inicio del valle glaciar es impresionante, y aún en mi tremendo cansancio no puedo dejar de admirarlo. Así de blanco y centelleante parece un erg del Kalahari. Salpicándolo, cientos de rocas que sobresalen como puntas de iceberg, y que junto al viento moldean un paisaje de otro planeta.

Aun así, darse la vuelta y mirar por donde hemos subido es todavía más brutal. La pendiente a nuestros pies, con los contrafuertes a los lados, asemeja un trampolín de salto con esquís, pues termina abruptamente en el vacío y de allí la nada se desparrama hacia un horizonte totalmente aserrado.

Paramos encima de una roca a comer algo y sin mucho pensarlo continuamos para adelante, cuanto antes llegue arriba antes habrá acabado el sufrimiento. La siguiente media hora, hundidos en la nieve por medio del circo se me hace durísima; en llano te hundes hasta las rodillas pero cuando toca remontar algún repecho la nieve, húmeda y pegajosa, llega hasta medio muslo.
Llegamos a un collado que ya da vistas al oeste, y el panorama sigue poniendo los pelos de punta, al igual que la arista que tenemos que remontar hasta la cima, 100m más arriba.

Cresta donde se mezcla la nieve y la roca, cornisas venteadas que acojonan de sólo mirarlas, terreno resbaladizo anexo a un abismo de 800mts a pico que esperan al mínimo resbalón. Esto sí es comprometido y no la Cengia di Ball. Sumado a mi cansancio, los pasos más cercanos al vacío se hacen muy exigentes física y mentalmente, pues un pié mal puesto, una capa de nieve más débil de lo esperado o un fallo de las fuerzas no tiene arreglo.
Pasado el peor tramo, la arista se suaviza y tan sólo quedan un par de trepadas con mucho (muchooo) patio pero donde la seguridad de la roca facilita mucho las cosas.
Y así, tras más de 6 horas de esfuerzo estamos en la cima del Pelmo, por fin sentados sobre las rocas más altas, abrigados en nuestros plumas y compartiendo el bocadillo con una juguetona chova que tiene más hambre que vergüenza.
Detrás nuestro podemos apreciar el camino que nos ha conducido hasta aquí, y delante la cara norte (de cuya escalada ayer vi fotos de Santi) se hunde muy abajo, casi un kilómetro de bloques y diedros que superar.

La bajada se hace tan dura como la subida, si no más, pues a las ganas de acabar se une la sed, que no remite hasta que, en la barranquera de más abajo consigo un hilillo donde pacientemente rellenar la botella.
Volver a pasar la cengia es muy rápido y la concentración hace que olvides el cansancio.
Curiosamente a partir de aquí todo se hace menos duro, las piernas de nuevo funcionan, las prisas se han olvidado, y disfruto mucho tanto de la travesía por la faja como del camino que desde el refugio nos lleva nuevamente a la furgo, tras 11 horas de actividad, y finalmente con ella al bar de Zoppe di Cadore donde unas heladas cervezas nos esperan impacientes.

6 ene 2011

Cómo ser Neil Gaiman


Desde que hace varias semanas terminé un maravilloso libro de relatos cortos llamado "Objetos Frágiles" Neil Gaiman (Ya escribí aquí sobre él al respecto de su novela American Gods) tenía presente sentarme y volver a escribir versos de nuevo, algo que, como los relatos largos, últimamente tengo bastante abandonado.
Pero no veía el momento de ponerme y cazar algo de inspiración. Por fin lo he hecho, si bien con una pequeña gran ayuda.

Uno de los relatos del libro es un poema que me impactó y enamoró por lo diferente, extraño y a la vez dulce y hermoso. Un poema donde lo más bonito está en lo que no se dice, y esos son los más difíciles de escribir.
Así que, sin rastro de verguenza me he permitido copiarlo y hacer mi versión, pues me gustó tanto que tenía que "apropiarme" de el, aunque fuese un instante, unos versos.


Primero el mío, luego el original.



-Sin título-
por Jorge Ruiz de Eguilaz
Apareció en todos los noticiarios
Trajeado, serio, ojeroso
Con voz dura y desesperada
El Emperador de Japón
Anunció lo que ya todos los televidentes imaginaban
Abrazados en familia, llorando, temiendo
Que China les había declarado la guerra
Que una bomba atómica había caído cerca de Kioto
Pero yo ni me enteré

Y es que ese mismo día
A la misma hora aproximada
A muchos husos horarios de distancia
Un terremoto hacía temblar España
La fricción entre la placa africana y la euroasiática
Desató un temblor de 8,2 a lo largo de la falla mediterránea
Que se llevó consigo casi toda Andalucía
Eso contaban locutores de radio y páginas de Internet
Aunque yo nada sabía de esto

En el mismo momento
Que la tierra temblaba y las bombas estallaban
Una tormenta eléctrica en los Pirineos
Con rayos separando el cielo en fragmentos
Con truenos retumbando entre ecos
Con oscuridad y lluvia inconmovible
Se llevaba la luz, la radio, el teléfono
Dejaba incomunicados kilómetros cuadrados de terreno
De valles, montañas y ríos
De aldeas, pueblos y ciudades
Pero es que yo ni me di cuenta

El día del terremoto de 8,2
El mismo día de la tormenta que se llevó las comunicaciones
El mismo en que China lanzó las bombas sobre Japón
Ese mismo y extraño día
El agua se tiñó de rojo escarlata
Las plantas comenzaron a crecer desmesuradamente
Y todos los peces empezaron a salir de los ríos
Pero tampoco lo supe

Mientras las plantas crecían, las aguas cambiaban de color
Y los peces escapaban de ellas
Todo lo que imaginaban las personas se hacía realidad
Y aparecían castillos de la nada
Montones de dinero crecían en bolsas vacías
Gentes se convertían en ranas, cerdos o ratones
Dragones volaban por doquier
Mujeres se quedaban desnudas
O vestidas de princesas
Y hombres se peleaban por ellas
Pero de todo eso yo nada sabía

Pues el día que terremotos y guerras removieron el mundo
A la vez que una región quedó incomunicada
Y árboles crecían hasta llegar al cielo
Y los bosques entraban en las ciudades
Mientras peces caminaban por los prados y las calles
Dejando un reguero de gotas de agua escarlata
Al tiempo que la gente imaginaba
Que tenían palacios, riquezas y fama
Que convertían a sus vecinos en alimañas
Y todas las cosas imposibles que habitan las mentes
Se hacían realidad
Yo estaba en casa tumbado en mi cama, sin dormir, sin abrir lo ojos, sin pensar ni imaginar
Tan sólo te abrazaba mientras dormías



-El día de los platillos volantes-
por Nei Gaiman


Aquel día aterrizaron los platillos. Cientos de ellos, dorados,
Silenciosos, bajaron del cielo como inmensos copos de nieve,
Y los terrícolas salieron
A contemplar su descenso
Expectantes ansiosos por saber lo que nos esperaba
En su interior
Y sin saber si seguiríamos aquí mañana
Pero tú ni siquiera te diste cuenta


Aquel día, en el que llegaron los platillos volantes
Fue a coincidir
Con el día en que las tumbas liberaron a sus muertos
Y los zombis levantaron la mullida tierra
O salieron disparados tambaleándose y con los ojos
Mortecinos imparables
Se acercaron a nosotros los vivos que gritamos y salimos
Corriendo
Pero tu no diste cuenta porque
El día de los platillos, que fue el día de los zombis, fue también el Ragnarok
y en las pantallas de los televisores vimos
Un barco construido con uñas de hombres muertos,
Una serpiente, un lobo,
Tan grande que la mente humana no alcanza a concebirlos
Y el cámara no pudo
Alejarse lo suficiente y entonces aparecieron los dioses
Pero tu no los viste venir porque


El día de los platillo-zombis dioses de la guerra las compuertas se rompieron
Y fuimos arrollados por genios y duendes
Que nos tentaban con deseos y prodigios y eternidades
Y encanto y sabiduría y corazones
Fieles y valerosos y calderos de oro
Mientras gigantes arrasaban la tierra
A su paso, junto con las abejas asesinas,
Pero tu no te enteraste de nada porque
Aquel día, el día de los platillos, el día de los zombis
El día de ragnarok y las hadas, el
DIA en que se desataron los fuertes vientos
Y las nevadas y las ciudades se volvieron de cristal, el día
En que murieron todas las plantas, se disolvieron
Los plásticos, el día
En que los ordenadores se encendieron con un mensaje
En sus pantallas que nos exhortaba a obedecer, el día
En que los Ángeles, borrachos y confusos salieron de los bares
Con paso vacilante
Y tocaron todas las campanas de Londres, el día
En que los animales comenzaron a hablar en asirio
El día del Yeti,
El día de las capas al viento y de la llegada de la Maquina del Tiempo,
Tu no te enteraste de nada porque
Estabas en tu habitación, sin hacer nada Ni leer siquiera, tan solo Mirabas el teléfono Preguntándote si yo volvería a llamarte.

24 dic 2010

2011

Porque siempre, aun en el peor de los casos, hay un camino que tomar!



Porque el 2010 se va y se lleva consigo uno de los mejores escritores de siempre, y el que más se preocupó por los pueblos, montes e historias de la España rural. Buen viaje Maestro.

Y porque las montañas nos sigan cincelando el espíritu