Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

3 nov 2014

Marboré



Desmenuza el paisaje tallando cuñas de hielo

Abriendo caminos de ganga en viras de roca

Modelando la caliza con las manos del tiempo

Sinuosas provocaciones en el reino de la fracción y elángulo

Floreciendo desafíos a la piedra, el sol y el frío

Acunando cauces de agua… o vertiéndolos con saña

Ascender una montaña de geometría fractal

Tiñendo el mundo de calidez bajo rayos crepusculares


Como un suspiro en una noche de sueño, el tiempo teje distintos tapices con el mismo ovillo. Nudos apretados por la urdimbre de la inmediatez que no alcanzan a ubicarse sobre el manto eterno del mundo mineral, hilado con la suave perfección de la paciencia. Una ciega perseverancia que vuelve dúctil hasta la roca más inmutable a tal velocidad que el parpadeo de toda una existencia no basta siquiera para intuirla.
O si no, la flor que brota y mustia con inmediatez, pero sus semillas se atrincheran en su exigua parcela de tierra, con la calma de quien sabe que el tiempo, su tiempo, nuestro tiempo, corre de su parte pues la floración no es sino la punta del iceberg de su singladura.
Tiempo cuya cuenta atrás, con penosa tristeza, escuchamos latir con la fuerza de una campana de bronce. Tañido a tañido, lágrima a lágrima, gota a gota se desangra el glaciar del Perdido, a la búsqueda de honrar su nombre. Perdido. Maldita honra.

Luz, esa otra modeladora de paisajes etéreos y fugaces, que sin embargo contienen el poder de inspirar, de soñar, de rememorar e incluso de viajar en el tiempo. Caprichosa fuerza que tanto nos obliga a perseguirla como nos congela en instantes que se tragan el tiempo como un agujero negro. Sin fondo, sin fin, sin que importe lo más mínimo todo lo demás.

6 sept 2014

Caminos

Rodando silenciosamente por estos caminos centenarios aún puede escucharse el rotundo silencio del repicar de los herrajes de las caballerías y el cansado azuzar de los muleros, moviendo aperos y personas de pueblo en pueblo, de valle en valle. Esta es la génesis de Zona Zero y espero que todos aquellos que ahora recorréis estas sendas, ahora llamadas singletracks sentáis al menos la centésima parte de la emoción que me llena cuando dejo correr mi bici por ellos.


Caminos por los que una recién casada transportaba su ajuar a la casa de la familia de su marido.
Caminos donde acechaban saltadores y bandoleros.
Caminos por los que nuestros ancestros acarreaban los bienes que cambiaban en otros pueblos vecinos.
Caminos pensados para recorrer la distancia con el menor gasto energético posible.
Caminos que jamás creyeron podrían caer en el olvido.
Caminos de cuyo buen estado dependían sociedades enteras.

Caminos entremurados con el fruto de espedregar el campo adosado.
Caminos por los que se reclamaron levas, desplazaron ejércitos y goteó la sangre en la tierra.
Caminos recorridos por pies descalzos de niño y las zarpas de perro, llevando al pastor el recado.
Caminos pavimentados de piedras que ya apenas recuerdan las suelas de albarcas que han raído.
Caminos en los que desaparecían sueños, mutados en ruina por una pedregada o un ramal ajado.
Caminos por los que marchó, pesádamente y con amargura, la última familia de muchos pueblos.


Azumbres de aceite derramados, talegas de harina vertidas, fanegas de esparceta volcadas...
Los toneles de vino que han visto quebrarse contra las piedras.
Las bestias de carga que han expirado junto a sus muros.
Inmensos árboles a su vera, cuya sombra ha cobijado amantes, secretos, traiciones y descansos.

Caminos que unían y separaban por igual.

Y mientras tanto la espinosa barza, el ocre líquen, la verde yedra o el pajizo lastón, silenciosos y pacientes, crecían entre las piedras, colonizaban muros y desgarraban la tierra antes, durante y después del paso de nuestros ancestros. Y son quienes ahora pueblan estos caminos, molestando el paso en ocasiones, embelleciendo las fotos en otras. 

Pasaremos senderistas, recolectores, ciclistas, cazadores o curiosos y ellos seguirán, recuerdo constante de la capacidad de la naturaleza para hacer etéreo y perecedero todo lo que el hombre construye.
Su aparente fragilidad no es sino una lección de la humildad perdida, del respeto olvidado, del ahogado sentido de pertenencia a la madre naturaleza. La que, queramos o no, nos cuida, escarmienta y vigila.

Antes, durante, después.

3 feb 2014

Collados



Matteo orando al Dios de la Montaña en el Collado Basibé

Según la wikipedia, Collado de montaña, también denominado portillo, paso, o abra, es el punto más bajo de una línea de cumbres comprendido entre dos elevaciones. Por este motivo, son usados para atravesar los cordales montañosos.
Compartiendo ruta con una pareja de vascos que encontramos
Si, supongo que la definición es correcta, pero no es la que me interesa. Un collado es mucho más que eso. Es un cambio completo entre dos lugares que pueden ser totalmente diferentes. Es un acceso, una puerta de entrada o de salida. Y es una perfecta metáfora de la vida.
Un collado, cuando estás en el fondo del valle, queda lejos, a lo alto, y requiere un gran esfuerzo para ganarlo. A veces en la vida ocurre lo mismo, vamos en una dirección y todo parece cuesta arriba. Ocasiones en que cuesta ver la salida, tan lejana ella. Épocas complicadas donde todo se reduce a esforzarse, tratar de ahuyentar los malos pensamientos, agachar la cabeza y tirar para adelante, dientes apretados y un paso tras otro, uno tras otro… No reblar!!
Últimas lazadas antes del Collado de Pleta Vella en nieve chelada
Seguramente, al igual que ocurre en la montaña, los momentos más duros serán los iniciales, el ponerse en marcha, con dolor en las piernas o en nuestro espíritu. Y el final, ese “un poco más, aguanta, que todo lo andado no quede en nada!” Pero al fin llegamos a nuestro collado particular, piernas abiertas, cabeza alta y mirada limpia, la belleza del esfuerzo y el cansancio empapada la ropa, alegría desbordante y éxtasis espiritual.
Y las lazadas finales antes del último collado del día, cómo se resistía! No reblar!
De frente, todo un mundo de posibilidades se nos ha abierto. Un universo, tapado antes por nuestro propio collado, despejado ahora por el esfuerzo realizado. Una recompensa en forma de caminos expeditos, ya sea  hacia el pico cercano, el valle del fondo o el horizonte interminable de nuestro propio deseo.
Nieve perfecta, gozosa!!
Todo es tuyo, con esfuerzo, pero ahora ya sabes cómo hacerlo, has aprendido que tiene recompensa, que el camino es irregular, y que es, en esencia, la magia de la montaña. O de la vida. Porque sin collados, la vida es plana, y si no he sufrido y trabajado para superarlos, para llegar arriba, jamás podría disfrutar como se merece la recompensa de otear ese panorama ganado a pulso, jamás podría valorarlo hasta que la felicidad me expanda. Y es que da igual que el horizonte sea una puesta de sol, este nublado o azul intenso. Es el camino y lo abarca todo.
Remontando la parte final del barranco donde nace el Isábena. Inmensa inmensidad

Como escribió Cormac McCarthy con una prosa lírica rallando la perfección en el último párrafo de “todos los hermosos caballos”:  
Cabalgaba con el sol cubriéndole la cara de cobre y el viento rojo soplando del oeste sobre la tierra crepuscular y los pequeños pájaros del desierto volaban gorgojeando entre los helechos secos, y caballo, jinete y caballo pasaban de largo y sus largas sombras pasaban en tándem como la sombra de un sólo ser. Pasaban y palidecían en la tierra oscurecida, el mundo venidero.
Matteo y el único árbol del día, otro que tampoco rebla
Y todo esto viene a cuento de nuestra ruta de ayer, atravesando nada menos que 4 collados con nuestros esquís a modo de caballo, con desiertos de nieve inmaculada, con viento del nororeste sobre una tierra de amanecida. Con una eternidad contenida en un sólo dia. Una huída al fin del mundo con, esta vez, collado final que nos devolvía a la (in) civilización, al montón de esquiadores, el ruido y el feo metal de la estación de Cerler. Bendita estación por otro lado, ya que hace que todos se concentren en unos pocos kilómetros de montaña, dejando el inabarcable resto para nosotros sólos.Y es que todo tiene su lado bueno, sólo hay que buscarlo.
Flanqueando la montaña para ganar el collado de Castanesa
PD: La ruta, Ampriú, Collado Basibé, Collado de Pleta Vella, Collado de Tous o Castanesa, Collado del Gallinero y de vuelta a Ampriú, sacada del blog de lameteoqueviene, gracias!! (y la imagen del mapa también)


Que todos se vayan a las estaciones y nos dejen esto a nosotros....

27 ene 2014

De Dioses y Niños



Dioses, ángeles, demonios. No tengo la más remota idea de si existen o existieron, de si son leyendas creadas por hombres para atemorizar y manipular a otros hombres, o nacieron de la necesidad de ser algo más allá de la vida, de confrontar los miedos de lo finito.
Da lo mismo, el caso es que yo no creo en ellos, en los que todos podríais nombrar. Pero tengo los míos. Y no soy el único. Porque si hay dioses en esta tierra, qué mejor representación que una gran montaña, tan hermosa como peligrosa, tan amenazadora como inmutable. O que un árbol tan descomunal que lleve una vida numerar sus hojas o contar los pliegues de su corteza milenaria. O que el agua, ser sobrenatural donde los haya, omnipotencia que tan pronto modela sinuosas esculturas de roca o tararea bellas melodías como arrasa valles enteros, desgaja árboles o sepulta montañas.
Cada uno tendrá los suyos, y estos son los míos. No puedo dejar de pensar cómo nos verán, qué pensarán de nosotros, pequeñas hormiguitas que avanzan entre esas montañas sepultadas de blanco, junto a esos árboles que la nieve obliga a adoptar reverenciales poses. Seremos acaso una molestia o una distracción? Nos verán con el odio de quienes han sido atacados, ensuciados y pervertidos por nuestra especie o con la paciente sonrisa del que sabe que tiene la eternidad de su parte, que todos nuestros esfuerzos por domeñarlos no son sino un soplo frente al huracán del tiempo?
Algunos días, al acercarnos a su hogar, sentimos que podemos tener problemas para regresar, que dependemos completa y absolutamente de su antojo. No somos sino hojas lanzadas al viento, como dados, a la espera de si aparece un doble seis o una tempestad. Días donde todo lo que puedes hacer es, precisamente, hacer todo lo posible. Y eso no te garantiza nada.
Otros, por contra, pisar sus dominios nos deja la placentera sensación de un mar en calma, donde todo es regocijo, diversión ajena a preocupaciones, como de niños, cuando nos dejaban en una habitación llena de juguetes y paredes acolchadas en la que nada que no fuese disfrute podía suceder.
El otro día Fubillons, encima de Chistén, Bal de Chistau era esa sala de juegos, y nosotros niños con nuestros juguetes que se han olvidado de ser adultos con preocupaciones, con miradas limpias y sonrisas bobaliconas, como ante los regalos y la tarta de cumpleaños con cuatro velitas.
Retazos de lo que fuimos, lo que somos (aunque no sepamos o no queramos mostrarlo) y lo que seremos se fundían en la indescriptible belleza invernal como nuestros esquís bajo la nieve, como la nieve bajo nuestras sonrisas, como nuestras sonrisas bajo el cielo.
No hay más. Para qué??