Ocurre cuando me siento al volante y escucho alguna canción, no tiene porqué ser de mis favoritas, ni siquiera conocida.
Vuelven a la mente las sensaciones tremendamente intensas del mountain bike, me recorre un escalofrío al recordar involuntariamente la descarga de adrenalina que supone un descenso, el vello se me eriza y estoy en la montaña de nuevo.
Un reloj, el recordatorio de que necesito otra ración de pulsaciones disparadas.
3 comentarios:
Tan cierto como que mtb y música se llevan tremendamente bien.
Abracicos!
jejeje yo hasta en la bici me monto mis propias canciones cuando bajo jejeje
impresionante el video de sam hill bajando a toda leche, se me erizan todos los pelos.
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