Así resumió el alpinismo Lionel Terray en su indispensable biografía.
“Los conquistadores de lo inútil” somos todos aquellos que vamos, orgullosamente, a la caza y captura de picos, montañas, rincones o rutas, sin recibir “nada” a cambio del riesgo, cansancio, miedo, dolor o sufrimiento. Nadie nos da premios, no hay más recuerdo que unas fotos y la memoria, no tiene fin en sí mismo, ni utilidad alguna. O eso se pensó mucho mucho tiempo. Y aún hay bastantes que lo piensan.
“Porqué subir al Everest?” Le preguntaron. “Porque está ahí” les respondió Mallory a los periodistas. Son ambas expresiones míticas, tremendamente repetidas y conocidas, pero no por ello dejan de tener el mismo significado que antes de ser frases famosas. Y a ellas quiero dedicar mi pequeño homenaje, en forma de la ascensión a un pico que “estaba ahí” desde hace mucho. Y ahora ya, por fin, está aquí (dentro del pecho).
Un día en medio de nada, una mañana con el cielo gris y tenso como el parche de un tambor, presto a retumbar en cualquier momento.
Una carretera serpenteante seguida de una pista que asciende un valle vertical nos dan muestra de lo caprichosas que son las relaciones entre tiempo y distancia: Hora y cuarto para recorrer un trayecto que en línea recta no ocupa más de 25km. ¡Qué equivocados están los que miden las montañas en metros y kilómetros! Hoy lo volveremos a comprobar.
2 ibones y 2 picos nos esperan. Al primero de ellos llegamos conduciendo. Es Urdiceto (Ordizeto) el lugar donde aparcamos la furgoneta, 2350m sobre el nivel del mar. El ibón, artificialmente represado tiempo ha para su aprovechamiento hidrológico, se encuentra medio vacío, fruto de la época del año. Aún así, esmediado y con diques, no deja de impresionar su belleza, sustentado en una cavidad glaciar bajo las cresta de Fuesa y el Cau, e impedido de esparramarse hacia los valles de Ordizeto y Sallena por dichos represamientos. Comienza a lloviznear cuando arrancamos a andar por un marcado camino que nos ha de llevar al primero de los picos, el más alto del macizo, y uno de los más agradecidos y espectaculares por sus vistas de inmensos desniveles e inacabables lomas de hierba. Sólo 28 metros hacen que no sea un Tresmil y que por tanto se mantenga lejos de la masificación montañera que supondría sumar esta (estúpidamente) palabra fetiche a su fácil acceso. Se trata de Punta Suelza (2.972m).
Este ascenso tiene una doble intención. Por un lado, disfrutar de la jornada, del lugar, la tranquilidad y la magia de las montañas, y por otro contrastar la posibilidad de ascender por este camino hasta la cima con las bicis al hombro, para luego bajar por otra vertiente pedaleando (esto ya se comprobará otro día). La senda avanza a por una pedregosa ladera sin dificultades durante su tramo inicial, para posteriormente ascender en curvas por una amplia y pendiente pedrera. Es el tramo más duro de la ascensión, pero se salva sin dificultades, y cuando desembocamos en la cresta, además del cortante viento, otra impresión nos deja temblando:
El ibón del Cau, allá abajo, en un perfecto ejemplo de excavación glaciar, un remanso de tranquilidad perdido en el tiempo y el espacio, adornado por coladas de piedra de diferentes estratos rocosos que, a modo de guirnaldas de diversos colores, bajan desde las alturas del valle hasta la orilla del agua. Agua que cambia de tonalidades con la profundidad, alumbrando un cuadro tan perfecto que se graba en la memoria como un paisaje de Monet, luz que sobrepasa las formas.
El frío y los impacientes ladridos de Moskowa nos impelen a continuar, ahora por un amplio cerro y una ladera agradable donde se avanza ligero, y poco después remontando de frente la pendiente hasta ganar la cima, una amplia loma muy llana que permite unas impagables vistas de 360º. Son las 10:10 de la mañana, apenas hora y cuarto desde que salimos del coche, un paseo. Y, lo que es igual de importante, perfectamente viable para subir porteando la bici. Avistamos Urdiceto y los puertos del norte (Viejo, Forqueta, Salcorz, Trigoniero…) que lindan con Francia; Pineta y sus picos al completo (Treserols, Tres Marías, Comodoto, Astazus); la Madera, Culfredas, la Pez y Bachimala; Posets, Espadas y Eristes; el Macizo de Cotiella al completo; Barrosa y La Munia; Vignemale allá al fondo… Menuda clase de geografía!!!
Echamos un bocado y desandamos el camino hasta el pequeño collado donde nos encaramamos al cerro por primera vez. Aquí tenemos que decidir cómo entrarle a Punta Fuesa (2.868m), el otro pico que tenemos pensado para hoy, y al que llevo mucho tiempo esperando subir: Fuesa, desde Ainsa se avista como un afilado colmillo separado de otros picos que le hagan sombra. Su silueta engancha, y siempre lo he tenido en el debe. Hasta hoy.
La solución más sencilla y larga es desandar el camino hasta Urdiceto y una vez allí remontar la pedrera que lo separa de los contrafuertes de Fuesa, para buscar una vía de acceso. Larga y aburrida. La más directa e incierta consiste en tomar la arista en dirección noroeste para dentro de lo posible cabalgarla o flanquearla. Correríamos el riesgo de tener que dar marcha atrás si llegamos a un punto de no retorno, pero como me han comentado que hay pasos, y se vislumbran varios collados desde donde poder destrepar hacia Urdiceto, nos decidimos por esta. Y que coño, es más divertida!!
Sorprende el primer trozo, pues tras unos metros que pintan fatal aparecemos en una ladera herbosa pendiente por la que andamos como Pedro por su casa. Moskowa se dedica a perseguir sarrios mientras tiramos fotos como descosidos. Nuestra ladera va estrechándose hasta finalizar, ya sí, en una arista rota pero perfectamente franqueable, que desciende pronunciadamente hasta un pequeño paso que conecta los ibones del cau y Urdiceto. Continuamos un rato más hasta otro pequeño paso, lugar donde los gendarmes de la arista nos invitan a abandonarla.
Descendemos al lado norte para flanquear justo por la línea que forma el final de las graveras con la roca madre, con una canal final húmeda y empinada por donde se despeña mi GPS (40m de caída entre piedras rebotando, y aún funciona) que se hace delicada, pero despacito y buena letra llegamos abajo. Estamos a 2.530m de altitud, así que tendremos mínimo todavía 350m de desnivel que volver a ganar. Atravesamos este inclinado mar de piedra triturada como podemos siempre buscando ir remontando metros, sin alejarnos del nacimiento de la cresta. De repente nos encontramos con una senda que asciende muy marcada hacia un visible collado un poco más adelante, así que la seguimos para llegar al paso habitual de cruce entre Urdiceto y el Cau. Hay un gran tajo en la arista que permite un paso llano y cómodo, una osqueta puesta que ni pintada.
Pensar en crestear desde allí parece improbable, así que me adelanto trepando unos pasos a ver como pinta, pero aunque sería posible subir, es delicado, y sin cuerdas, en caso de precisar un descuelgue, nos sería inviable dar marcha atrás. Es sin contar que Moskowa también ha de subir, y todo lo que pase de II grado no puede hacerlo por sí sola (eso sí, hasta esa dificultad trepa con una suficiencia envidiable). Por tanto decidimos continuar flanqueando en busca del collado final, ya más adelante del cénit de la cima, para atacarla desde detrás. Pero al poco, mientras la pedrera se hace más vertical y descompuesta, veo una canal con buena pinta y decido que probemos suerte allí. Es más larga de lo que parecía, tal vez 80m de desnivel a 55-60º, tremendamente descompuesta y sin compactar, con lo que cada paso adelante son 3 atrás.
Cuesta cerca de 15min ascenderla entera, contando los pasos de trepada (IIº) que faltan hasta ganar la arista. Una vez aquí todo se ve mucho mejor. El cresterío, tan vertical por el norte, cae en una pendiente herbosa hacia el sur. Igualmente muy empinada (45-50º), pero perfectamente atravesable.
Es por aquí donde, con unas vistas inolvidables de toda la arista separando los dos ibones, remontamos los metros finales hasta la cima, pequeño espacio inexpugnable donde la unión de un cielo cada vez más gris y hundido con los abismos que se abren a nuestro alrededor, nos sentimos diminutos, igual que deben sentirse los astronautas en sus paseos espaciales.
Aquí arriba comienza a llover con ganas, y tras un frugal bocado, echar un ojo a nuestro alrededor en busca de otra vía de bajada (sólo se ve una canal que tiene una cinta reciente cogida a un viejo clavo como peligroso anclaje para un rappel) que no vemos y las fotos de rigor, desandamos el camino de subida, primero despacito por la hierba mojada hasta la canal, y una vez allí surfeando la pedrera en escasos segundos (con lo que ha costado subirla!!!) hasta llegar a la tasca, desde donde, cada vez más acompañados por la lluvia, concluimos el paseo rodeando el ibón de vuelta al coche.
Son las 15,15 cuando llegamos a Bielsa y tomamos un merecido café en casa Pañart, y las 16h cuando por fin, desde las 7h, volvemos a Ainsa. Suelza es un pico muy sencillo y al alcance de todos, pero Fuesa ya exige un compromiso mayor, falta de vértigo y afinidad con trepadas (sencillas), conocimiento de la montaña y experiencia para leer el terreno.
4 comentarios:
tremendo texto!!
que viva el alpinismo y el amor a la naturaleza.
Gracias Juliett!!
Y gracias por tus varias recomendaciones literarias, voy haciéndote caso en algunas :D
Que buen rato he pasado leyendo. Prácticamente me he sentido en Sueltza.
La montaña es inútil pero nos sirve a muchos.
Este verano uno de los pastores de las pardinas nos comento la posible ciclabilidad de ese paso.
¿como lo ves?
Javito, ese camino que os dijo el pastor no es ciclable, cruza varias barranqueras bastante malas.
Lo que sí será (espero) ciclable y cojonudo es una vuelta que estamos mirando que consiste en subir a urdiceto desde Bielsa, luego portear la bici hasta la punta de Suelza (hay algún trozo ciclable pero corto) 650m de desnivel, y desde alli casi 2000m de bajada contínua hasta bielsa por los ibones de Barleto (hay que contrastar aún la parte de los bones a ver qué tal es el camino, que igual está algo perdido por desuso)
Ves afilando los discos!!! ;)
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