Ya hace días de la última
entrada de un blog que tengo en barbecho, esperando tiempos mejores en lo que
se refiere a ganas de escribir, y porqué no decirlo, también en cuanto a rutas
y actividades que merezcan ser contadas por sí mismas.
A ver si el empujón que
espero darle en junio lo pone de nuevo en una dinámica de entradas cuanto menos
semanales.
Hace ya días de la última
escapada de montaña “seria” que hice, un año y pico ni más ni menos. Si que he
subido otros picos o he hecho pateadas pero nada que ver con sentir altura y
compromiso aunque sea de manera parcial. Ni esquí de montaña ni alpinismo, las
rutas de altura se han ido espaciando hasta apenas ser un recuerdo. La excusa
siempre es que me resulta complicado encontrar gente de mi nivel (que ni es
poco ni es mucho, estoy en medio de la gente que conozco) pero seguro que
también hay parte de vagancia y conformismo. Siempre puedo salir en bici o a
limpiar al monte, por lo que no me quedo sin hacer nada.
Pero el caso es que me
encanta la alta montaña, ejerce un influjo muy profundo sobre mí la sensación
de ingravidez que dan las alturas.
Y si todo va bien, en
menos de 15 días estaré volando hacia Milán para desde allí ir a Suiza, al
Oberland, los Alpes Berneses.
A Grindelwald. Al
Jungfrau, al Monch, al Eiger.
Sueños de juventud en
forma de palabras tan extrañas como lejanas. Estar bajo la Norte del Eiger,
bajo la Nordwand es todo un anhelo. Por supuesto que subirla es algo que jamás
haré, pero sentir esa inmensidad y pisar el lugar en que tantas gestas han
tenido lugar es todo un premio.
Pero para ello aún falta…
ahora el presente.
Y el otro día con Moncho
nos acercamos de nuevo a Broto a hacer la ferrata del Sorrosal, que en
primavera y con el mayenco es cuando más se disfruta. El no había hecho más
ferratas que la de Foradada y tenía muchas ganas de probar con esta. Y a mi me
apetecía repetirla una vez más puesto que hacía al menos 2-3 años de la última
vez.
La lluvia nos recibió al
llegar a Broto, así que nos refugiamos en un bar, hasta que tras cerca de una
hora de espera el cielo se abrió un poquito y tratamos de aprovecharlo. Hubo
suerte porque la lluvia nos respetó y sólo volvió a caer algo cuando ya
estábamos de vuelta.
La ferrata es antigua y
por ello nada que ver con las nuevas vías, excesivamente equipadas. Ello unido
a la humedad de la roca en varios tramos del inicio hizo que Moncho sufriese un
poco en el inicio, si bien luego ya todo fue rodado. El tramo más espectacular
es sin duda la escalera, que va subiendo en vertical, alejada de la pared y con
mucho patio, paralela a la gran cascada del Sorrosal. Desde luego da más “cosa”
agarrarse a los peldaños de esa vieja escala que a la roca.
Posteriormente un túnel
da acceso al interior del barranco, cuyo cauce vamos salvando ligeramente por encima
del agua hasta salirnos del mismo por una pared que nos deja en un alto con
soberbias vistas de Broto y el valle del Ara.
Aún superaremos unas
fajas antes de emprender la bajada hasta Broto por sendero PR.
En resumen, una ferrata
no muy larga pero que gracias al lugar donde está ubicada se considera una de
las mejores de España. Una actividad de 2-3h para media mañana o media tarde
muy agradecida, que no te sacia las ganas de “marcha” pero sí te deja un buen
sabor de boca.
1 comentario:
wwwwaaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuu.... que fotos... una pasada!!!!!!!!
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