Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

18 abr 2013

Lo mismo, pero distinto



"Persigo la felicidad. Y la montaña responde a mi búsqueda"
Chantal Mauduit
Cresteando entre dos países
Desde los 5 años he esquiado. Era un mocoso que apenas sabía correr y ya mis padres me llevaban a Cerler para tirarme por la nieve, con esos pequeños esquís de madera rectos y de puntas levantadas. Luego fue Piau Engaly el lugar donde perfeccioné la técnica, donde empecé con los fuera pistas, la nieve virgen y cualesquiera condiciones de esquí que pudiese haber en una pistas.
Detrás de esas palas está Piau Engaly. Tan cerca, tan lejos
Ni sabía que podía existir otro esquí distinto al que tanto me gustaba, ese que se combinaba con sillas de camping en el parking, sandwichs de pan bimbo, huesitos, latas de coca cola, exóticas gafas Bollé y chaquetas ajedrezadas de vivos colores.
Encordados y listos para trepar la cresta
Poco a poco otros deportes dejaron al esquí rezagado. Todo era ya demasiado fácil en las estaciones, no había reto alguno en ellas. Tres años de snowboard me sirvieron para ver que era aún más aburrido que el esquí pues simplificaba la dificultad de bajar por cualquier lado o tipo de nieve fuera pista.
Era la primera experiencia "aérea" para algunos, buen comienzo!
Y tras llegar de nuevo a Ainsa, tras mi periplo universitario era todo ideal para retomar el esquí con fuerza, pero… las primeras salidas a estaciones ya me dejaron claro que algo había cambiado, que alguna vez podía divertirme, pero que no era lo que me apetecía: gente, ruido, artificialidad, reto nulo… esto no era lo que quería de la montaña, ir a una estación me parecía (y me sigue pareciendo) un día perdido que poder dedicar a cualquier otra actividad en la montaña, la de verdad, la que está lejos de la gente y que te reencuentra con la soledad vertiginosa y pacificadora.
Nieve a espuertas
Así que poco a poco me fui acercando al esquí de montaña, si bien con muchas reticencias al principio, pues el temor a los aludes, al desconocimiento de la montaña en invierno, era una barrera importante. Primeras salidas por terrenos sencillos, sin arva (ar-qué??), pala ni sonda, con problemas para quitar y poner pieles en un tiempo razonable, con una técnica que cansaba sólo de mirarla…
Cuello Arenas, tan mágico como infrautilizado
Varios años de salidas esporádicas, que me dejaban entrever que esto de la montaña invernal era guapísimo, pero con los grandes “peros” de no saber leer el monte (al menos ya sabía usar un arva) y de tener pocos conocidos de mi flojo nivel con los que salir. Salidas donde lo que menos me preocupaba era la bajada, pues el único impedimento a la hora de surcar las palas nevadas era el cansancio físico que hacía arder las piernas. Pero actividades que me dejaban un sabor agridulce, pues entreveía las posibilidades, pero no eran jornadas todo lo gratificantes que esperaba.
Ojo con las cornisas y las placas de viento que se forman bajo estas
Así pasaron dos años, 2011 y 2012, en los que no toqué un esquí, inviernos en que por una razón u otra (preparar la titan desert en 2011, poca nieve en 2012 que me hacía decidir siempre por la bici en vez de las tablas) dejé que se evaporara el atisbo de pasión por este deporte. No, no que se evaporara, pero sí que quedase aparcado, hibernando a la espera de una chispa que la volviese a alzar. Y esta chispa ha llegado este invierno 2013.
Como buenos escolares, atentos al profe
Gracias a Nacho Garrido (el profe) y Matteo Borri (el instigador), salió adelante un interesantísimo curso de perfeccionamiento del esquí de montaña, auspiciado por el Club Atlético Sobrarbe (CAS) que ha descongelado mi gusto olvidado por el esquí, no sólo porque he aprendido a mejorar mi técnica, a conocer mejor el material y las especificaciones (en 20 años de esquí nunca me preocupé del material, sólo sabía que las tablas se ponían en los pies, bajo las botas) del mismo, a leer el monte y los partes meteorológicos para gestionar el riesgo, etc, sino que sobre todo he abierto la mente a que el esquí de montaña es un estilo de alpinismo, eso que tanto me apasiona, y que con los esquís y la confianza recogida (que no osadía) puedo dedicarme a hacer corredores, crestas y picos en medio de un monte inmaculadamente argénteo.
No queda otra que madrugar para esquiar
Así pues GRACIAS Nacho, Matteo, el resto de compañeros del curso y al CAS. Curso que deseo y que empujaré para que continúe realizándose cada año y pase a ser un evento importante del CAS, para que los que estamos en nivel II podamos subir el invierno que viene al III, y aquellos a quienes les llama este deporte (que no son pocos aquí en Sobrarbe) puedan iniciarse con el nivel I.
Un último día de curso inolvidable
Porque con la montaña que tenemos en casa, y la gente joven que tenemos ganas de “caña”, creo que el CAS tiene que potenciar (con nuestra implicación) las disciplinas más técnicas del montañismo.
Marcas de libertad

"Frente al desastre (de nuestro mundo actual), la montaña es una de las mas bellas escapatorias.
La montaña es el ser pluscuam-perfecto, a quien veneramos y delante del cual no se puede más que esbozar una danza. Un reino de verdadera libertad, un pequeño trozo de paraíso"
Gary Hemming
Matteo en la cumbre del Marioule

1 comentario:

Silvia dijo...

Te he leído Jorge, y hay muchos párrafos que son como si leyera a Ismael, le ocurre lo mismo con el esquí de pista, le aburre desde hace años. Él acaba de iniciarse en la travesía, y en dos días le veo mucho más feliz. Ójala yo hubiera empezado a esquiar de niña, y no con 18 años... aún me falta mucho para poder disfrutar de la montaña nevada a ese nivel, pero quien sabe si algún día.... Un abrazo majo!