Sustantivo neutro.
Dícese del mejunje que crea una amalgama de sustancia, personas y actividades totalmente nocivas y apartadas del civismo.
P.ej.: Reunir en casadios una mesnada d´estalentaos, cebarlos de cuajada sucarrada namás llegar, sobatiarlos bien encima la becicleta, meterlos en un pienso tol día, bien de pizcas, bien de cucos, entrucharles el milico de ordio y lulos, facerlos brincar tras´as mozas, y jodeles a orquesta en o mejor rato.
Total, que quien esperase una reunión sana y deportista viendo los kilos de chatarra en forma de bicis que había a la puerta del caserón, si asomase la cabeza pa dentro lo menos que se llevaría sería un sartenazo, o mejor dicho, un txuletonazo.
Vaya una reunión, ES-PEC-TA-CU-LAR, una ruta de las buenas, pero de las buenas, y una lifara de las mejores!!! Lástima que ya sea tan falso para las farras y enseguida el sueño me venza, y no haber disfrutado de la quemada de cables del loro como habría sido menester.
Tan sólo dar las gracias a los orgasmizadores, comando naburro (y señoras, porque no me creo que lo organizaran ellos ni ciego de uvas), y al resto de ilustres invitados, un placer!!!!!! La siguiente, por Tutatis!!!!
Ahora una pequeña crónica según una tercera persona que venía a una ruta “seria”:
Estimados Sres:
Todavía no salgo de mi anonadamiento tras pasar este último fin de semana en Arraioz, un diminuto a la par que coqueto pueblecito del verdoso y navarro valle de Baztán.
Fui, como muchos otros ciclistas, a un llamamiento efectuado por un grupo de participantes en un foro de Internet sobre BTT, autodenominados “la vieja tronca”. Sin querer intentar deducir por tal nomenclatura de qué tipo de grupo se trataba, para no llevarme a engaño o precipitadas interpretaciones, vacié mi mente de prejuicios y me dispuse a disfrutar de dos jornadas de paz, deporte, aislamiento y quizás (sólo quizás) un poco de buena gastronomía.
A mi llegada acaeció la primera confusión. Creí hallarme extraviado entre un grupo de amigotes de esos que hacen ocio del trasnochar, emborracharse y malear con mujeres, pues a recibirme salieron media docena de hombres cubata en mano, voceando a considerable volumen y realizando ostentosos aspavientos. Extrañamente, a su lado había una enorme cantidad de bicicletas de montaña, dato que me llevó a colegir que estos eran mis compañeros de fin de semana.
Pero no hagamos del grano montaña, debió tratarse de la alegría por el reencuentro.
Cohibidamente entré en una cocina inmensa, con unas mesas de comedor largas como robles, atiborradas no de comida, sino de los restos de esta. Y en cantidades y desórdenes tales que avergonzaban a la propia Gula. Muchas botellas de pacharán, vino, espirituosos, e incluso (créanme, por favor!! Ustedes conocen mi sinceridad) un grifo para servir cerveza de barril, que de la gente a su alrededor parecía que estaban repartiendo billetes de 500€.
Comí con frugalidad, y para postre me sirvieron una cuajada “casera” que se le debió pegar a la cocinera dado que sabía mucho a quemado, y para no hacer el feo y dejarla, hube de mezclarla con gran cantidad de miel.
Tras intercambiar pareceres con los anfitriones, hube de constatar con sorpresa que mi habitación se hallaba ocupada, y esa primera noche debí dormirla en un viejo colchón al lado del hogar del salón, con el consiguiente miedo a que una chispa me prendiera mientras descansaba.
Al despuntar la mañana constaté que no estaba carbonizado, y pasé a prepararme, desayunar y poner en orden la bici, pues la salida de la ruta había sido prevista para las 09:00 horas.
Cuál fue mi sorpresa cuando tras múltiples esperas, gritos, discusiones y averías era las 11:00 cuando nos poníamos en marcha.
La jornada en bici fue bonita, es innegable. Lomas verdes hasta donde alcanzaba la vista, sólo interrumpidas por velos de nubes a variable altura, y por la costa atlántica rompiendo al norte, muy al norte. Helechos, Hayas, Robles, pastos, fue el menú vegetal que degustamos.
Nuevamente hube de sorprenderme, no sin razón, por las múltiples paradas que hicimos, por los exabruptos de los compañeros, ruidos, ventosidades y demás actos incívicos. Igualmente me llevó al asombro el ver correr vino de botas y botellas durante la parada en lo alto del monte para alimentarnos.
Una vez aparcada la bicicleta, rápido aseo y acicalo, para acto seguido ir a cenar. Más bien preparar la cena, que pese a los modales dudosos de mis compañeros de fin de semana, es de honrados reconocer que trataban de arrimar el hombro para las tareas cotidianas (igualmente honrado es añadir que nunca se separaban demasiado del grifo de cerveza).
Finalmente nos sentamos a la mesa, a una hora muy razonable. Suponía que la razón estribaba en poder dormir lo suficiente para la jornada próxima.
Pero, como ustedes imaginarán tras lo que va de mi relato, no era esta la razón de dicha prontitud. Ocurrió que la comida empezó a llegar a los platos sin solución de continuidad. Mientras masticaba bien mi ración, todos a mi alrededor tragaban como si hacerlo fuese un mandato divino. Ensalada, ensaladilla, atún en salsa, chipirones, pimientos, morcilla… y cuando estaba ya deseando acabar, un ser vestido de película de los hermanos Coen comenzó a llegar con chuletones que por el tamaño pertenecían a un buey de sementada. Uno, otro, el siguiente, ahora solomillo, otro más…fueron llegando y llenando la mesa de huesos, sangre y grasa, creí hallarme en un poblado Neardenthal.
Por mucho cuidado que tuve, finalmente gracias a mis convecinos acabé manchado de grasa, grandes lamparones semitransparentes en mi hermosa camisa, producto de su forma de comer animal.
Acercaron a la mesa un vino que resultó estar picado, viejo y muy fuerte. Supongo que estaba pasado, fue una gracia y me lo dieron a mi para hacer una broma, aunque les debió salir mal la jugada, porque nadie se reía mientras me lo bebí o a continuación.
Cuando recordé consultar mi reloj, al tiempo que el postre llegaba en raciones de medio kilo, caí en la cuenta que la hora prudente de empezar a cenar tenía como objeto que no se hiciese la madrugada en los cafés, pues la cantidad de comida había sido sonrojante hasta para un león.
Créanse ustedes que tras toda esta bacanal, todavía sacaron los anfitriones todo tipo de licores, dulces y vicios para seguir gritando y escandalizando. Encendieron la música a niveles inimaginables y se pelearon como niños por elegir el estilo musical, completamente borrachos, ante mi sorpresa y vergüenza ajena.
Como imaginarán ustedes no pude soportar mucho rato estas visiones tan rebajantes para la persona humana, y me retiré a dormir, esperando que todo fuese un mal sueño.
El domingo comenzó neblinoso, húmedo y con los primeros ciclistas despidiéndose. Está claro que del caos que había sido el sábado, no querían repetir el domingo y se marchaban horrorizados, con apretones de mano simbólicos y sonrisas marketingnianas. Me congratulé de saber que no era el único que discrepaba con la “organizanda”, nombre que había recibido la organización del evento.
Tan sólo lamenté no haberme percatado con antelación del resto de mis espíritus afines, junto a los cuales el sufrimiento se hubiera llevado con menos resignación.
Por otro lado, pese a envidiarles por su recién ganada libertad, no dejé de enorgullecerme por la gallardía y tesón con la que iba a llevar a cabo aquello a lo que me había comprometido: terminar el fin de semana al completo.
Pronto llegó la nueva sorpresa, en forma de cambio de ruta, motivado por no sé qué razones de distancia o tardanza. Logísticamente mis anfitriones/torturadores andaban a años luz de su capacidad de ingerir líquidos alcohólicos. No sólo modificaron la ruta, sino que me obligaron a efectuar las veces de taxista para transportar 5 mastodontes con sus 5 hierros en mi furgón, impregnando con ello mi vehículo de suciedad, mal olor y basura. Me hicieron seguir a otros dos coches de oriundos navarros a temerarias velocidades por unas carreteras infames, en pos de un puerto de montaña o “col” donde comenzaríamos la jornada. Al llegar, según ellos se comprobó que el tiempo no era propicio para la ruta pensada, y tras una breve discusión hubimos de descender el “col” por su otra vertiente, todavía más infame que la de subida (entre ustedes y yo, creo que lo tenían planeado y todo fue una triquiñuela para fastidiarme, o como ellos decían, para “hacerme una putada” expresión que no entiendo puesto que no vi meretriz alguna en todo el viaje).
Finalmente arribamos a un bar de carretera, en el cual nos pusimos en marcha casi todos. Uno de los guías con Dios sabe qué excusa prefirió quedarse en el bar, pondría la mano en el fuego que mojando el gaznate desesperadamente.
No se les ocurrió otra cosa que meternos en medio de una carrera popular, por un camino transitado por muchos viandantes que por las miradas que nos echaban seguro conocían a nuestros anfitriones, teniendo a buen seguro una opinión asemejada a la mía propia al respecto.
Hubo gran cantidad de pinchazos, e incluso a mi me acaecieron varios, todos por culpa de otras personas, bien por parar en lugares impropios, bien por prestarme cámaras ya viejas y usadas. Uno de ellos tuvo la desfachatez de gritarme por hacerles perder tiempo, si bien al ser mala persona al poco sufrió el mismo percance que yo.
El resto de la ruta y la vuelta a las casas transcurrió en la normalidad, hasta que comenzamos a comer. Nos dejaron sin apenas judías pintas (fui muy pillo y le sisé el último plato a mi vecino, que se quedó mirándome disfrutarlas, jijiji) y posteriormente sí que reconozco que nos obsequiaron con una paella muy apetecible, que por lo que supe más tarde no habían preparado ellos.
Con el plato lleno delante, sin tiempo a empezarlo, apareció uno de los organizadores (el más serio y avasallador, uno con la dentadura extrañamente brillante) que nos reclamaba con presteza el pago de una cantidad extra de dinero, pues ya habíamos pagado nuestra parte previamente a la llegada.
Por último me armé de sonrisa Profiden para despedirme de todos deseando volver a verlos (tarde, verlos muy muy tarde), monté en mi vehículo y como alma que lleva el diablo huí de este grupo degenerado y vicioso que no tienen la menor idea de lo que es la diversión, el deporte, los modales y la amistad.
12 comentarios:
OStia que descojono...
Asi somos, si señor, si señor...
FdO.El mas serio y avasallador
Me alegro que te haya gustado!!
Y pásame la dirección pa que te envíe el DVD de las fotos y los videos!!!
Qué grande Jorge!!. Me parto de la risa con sólo imaginarme a tanto destalentao zampando y dando botes a ritmo de bafles jajaja. Ya me han dicho que las cuajadas eran la leche uhmmm, entre otras delicatesen claro.
La forma que tienes de escribir es la bomba macho, me troncho, qué original como siempre!!.
Pedazo de crónica Jorge!
Me he estado retorciendo de risa en la silla un buen rato.
Si es que te juntas con cada uno que pa que....separarse!
La próxima ya sabes donde te toca ir...
jajajajajja Esta crónica es buenísima!! Peazo cronista tas hecho muxaxo!!
Alas
Ahivá pero si este alicate nos está describiendo a nosotros, o no, o yo qué sé.
Ja, ja, ja, lo que me he reído.
El Lagarto Guancho.
Je,je, alguien se vengó de mí prestándome la bomba de inflar "rompeobuses".
Mu cashonda la crónica.
Diesel
Grande!!!
Muy grande!!!
Este año ya se quien se lleva el Nobel de literatura...
Jorge, dile a Oriol que desclasifique el episodio del guarrazo que se dió Toni. ¿cuanto le ha pagado para que no lo publique?
jajajaja,...muy buena Jorf! Como os lo montais los mtb!! a seguir pasandolo así de bien!!
besitos
Hola Jorge. Soy Javier Molina, editor de una nueva revista de MTB, se llama Planeta MTB. Por medio de Ana Chéliz hemos conocido este Blog y nos ha gustado mucho. Me gustaría ponerme en contacto contigo por teléfono o mail.
Mis datos son:
jmolina@abscomunicacion.com
619072234
Cuando puedas me llamas para hablar de tan bonitos lugares.
Un saludo,
Hola Jorge. Soy Javier Molina, editor de una nueva revista de MTB, se llama Planeta MTB. Por medio de Ana Chéliz hemos conocido este Blog y nos ha gustado mucho. Me gustaría ponerme en contacto contigo por teléfono o mail.
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Cuando puedas me llamas para hablar de tan bonitos lugares.
Un saludo,
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