Sobrarbe es mi vida, gente sencilla y parajes únicos. El lugar donde mis cenizas, dentro de muchos años espero, abonaran nuevos bosques y praderas.

9 sept 2008

Crónicas Neozelandesas. Día 9 (17/11/07)

Suena el despertador-móvil de Luis que, como casi siempre, le pilla ya en movimiento (es cojonudo, si no se lo pone duerme hasta que le tiras un cubo de agua por encima, pero si tiene que ponérselo una hora antes ya ronda por el cuarto)
Me llevo una bronca del quince por no haberme hecho la maleta anoche, pero es que soy un perrizo. Que si llegamos tarde, que si ya te lo dije…igual que mi madre!!!

Cogemos el bus, que tiene el techo acristalado, tras esperar un cuarto de hora (a que tanta prisa Luisé) y en marcha. Está casi todo lleno de japoneses, y la guía les habla por medio de un micro y auriculares, traduciendo todo lo que el conductor nos cuenta a los que “dominamos” el inglés. Vamos a pegarnos cerca de 5 horas de bus, sin contar las paradas…

El viaje se hace ameno, porque el paisaje merece ser disfrutado. Sólo hago que verme bajando por laderas, andando por entre las crestas o ciclando entre los bosques. Pasamos por sólo 4 lagos, pero tan grandes que más de la mitad del viaje se hace a su vera.
A mitad de camino paramos en un pueblo llamado Te Anau, puerta de entrada de Fiordland, el parque nacional donde está enclavado Milford Sound, nuestro destino.

Desde aquí, hasta Milford se puede ir andando, en una caminata que recibe el nombre de Milford Track, y que se comenta que es de lo más hermoso que se puede hacer en este planeta. De hecho, como la protección del medio está muy arraigada aquí, sólo pueden haber 70 personas al día dentro del parque, y esa caminata está restringida a grupos con guía. Dura 4 días y hay que reservarla con 1-2 años de antelación. Se me hace la boca agua escuchando…y a quién no…Bueno, a Luis no, el es de placeres más terrenales.

Una vez dejado Te Anau atrás la carretera se estrecha aún más, y nos metemos por un valle ancho, de paredes enormes, que me recuerda a Pineta (pero no tan bonito). Al fondo del valle nos colaremos por un paso angosto que da a otro valle perpendicular, este mucho más abrupto, que está colgado unos cientos de metros bajo el otro. El descenso se hace por una ladera densa, llena de esa selva que tanto me hechiza, y surcada de cascadas y saltos de agua. El valle asciende, dejando ver otros más pequeños que aparecen entre las montañas cubiertas de bosque y nieve. Cada pocos kilómetros hay zonas de avalancha, donde la vegetación se ha aplastado ante la caída repetida de nieve. Estos corredores de avalancha son muy frecuentados, y hay veces que la carretera queda bloqueada por espacio de semanas y meses. Hay muchos accidentes por culpa de los aludes, y un montón de gente ha muerto, tanto haciendo la carretera como transitándola. Ahora tienen unos de los equipos de prospección de montes y cálculo de probabilidades de aludes más avanzados del mundo, con lo que desde hace bastante nadie la ha palmado. Nos dirigimos hacia la pared que cierra el valle por su parte superior, donde hay un túnel excavado en roca viva que nos llevará al otro lado de las montañas que se nos aparecen de frente. Justo antes de entrar en él cruzan la carretera 2 kéas, un loro que vive en las montañas, que entre otras cosas mata a los corderos y ovejas. Les pica en el lomo para comerse la grasa subcutánea, y los pobres bichos mueren de infecciones. Antes hacía esto con el Moa (un pariente del avestruz, de casi 4 metros de altura y ya extinto) en un ejemplo de simbiosis animal. También se dedican a comerse los neumáticos de coches y bicis, jejeje.

El túnel en sí tardó en hacerse 16 años, tiene casi 2km de largo en los que se bajan casi 300mts de desnivel, así que haced cuentas. Más aún, es super estrecho, apenas caben 2 buses, y la altura es ínfima. No tiene casi iluminación y las paredes están en roca viva. Si intentáramos hacer pasar un coche por un túnel así en España iríamos de cabeza a la cárcel. Y luego nos quejamos del de Bielsa jejejjejee.

Afuera nos encontramos otro valle, que descendemos por una carretera sinuosa, entre rastros de más avalanchas, arroyos y bosque, muuucho bosque.
Paramos a ver una cascada que ponen como maravillosa, y que no está mal, pero estos tíos no han visto Gorgas Negras.

Al fondo veo un monte con forma de pirámide perfecta. Poco a poco crece de tamaño, su cumbre brilla al resplandor de las trazas de nieve que aún conserva. De repente, mientras estoy pensando una vía hasta la cumbre, el valle se nos abre del todo….Joder!!! Si sale del mar!!!
El monte que estoy viendo nace del fondo de las aguas del Mar de Tasmania y asciende hasta los 1640metros formando una parte del fiordo de Milford!!! Brutal, salvaje, apoteósico, la visión merecer todos los elogios que a vosotros, amantes de las montañas, se os ocurran. Como inundar el Karakórum hasta los 7000metros, y dejar lo últimos 1600 de la pirámide del K2 emergiendo del agua, lo mismo. La semejanza entre los dos picos es instantánea. Cuando consigo apartar la vista de allí puedo apreciar toda la inmensidad del fiordo. Ancho, anchísimo, pero empequeñecido ante las paredes que lo encajonan. Ascienden verticalmente cientos y cientos de metros, algunas de ellas rozan los 2000 metros. Cascadas de más de 150 metros derraman las aguas de valles enteros en este brazo de mar que entra en el corazón de la isla. No hay nada que contar, nada que explicar que os pueda hacer entender el poder sobrecogedor de la naturaleza aquí. Te sientes tan pequeño, diminuto, perdido y a la vez extasiado, las ganas de recorrerlo todo se mezclan con el miedo ante tal laberinto. Días, semanas enteras podrías estar vagando por este territorio sin saber salir de él. Precipicios se combinan con laderas, bosques y aristas a cada lado del fiordo. Playas donde juegan los pingüinos y rocas donde toman el sol las focas. Islotes y calas, se suceden en nuestro crucero a bordo de un barco rodeando todo el fiordo. Si, hace ya ratos que estamos navegando, casi ni me he dado cuenta de que nos han bajado del bus para meternos en este navío que ya está próximo a amarrar de nuevo. No hay nada como las fotos para entender este pedazo de paraíso en la tierra.


Nos vamos, pero todavía queda la traca final. No volvemos en bus, aconsejados por Cecilia nos volvemos en helicóptero. Cuesta 250€, pero qué coño, ya ahorraré en cubatas, esto es irrepetible. Vive, vive vive!!!

Ascenderemos sobre el fiordo, sobrevolaremos miles de picos (si, MILES) en un viaje de 1hora que nos transportará pegados a laderas, por encima de lagos y ríos, rozando cimas, aterrizando en medio de un glaciar a 2200mts de altitud u oteando la más inmensa línea de horizonte que mis ojos han visto. También me remito a las fotos.



Aterrizamos, un taxi nos deja en Quennstown y cogemos la caravana para continuar camino, hacia la zona de Ontago, lugar árido, famoso por sus vinos y frutales. Tenemos que elegir entre 2 rutas para mañana: una es Cromwell, aquí cerquita, y supone subir 1000mts por un monte árido y totalmente pelado para bajar por pista y sendero, o ir más lejos hasta Naseby, cuna del MTB en Nueva Zelanda, y el lugar más famosos para montar de todo el hemisferio sur (no es coña). Nos decidimos por Naseby, si es tan famoso algo tendrá.
Por tanto finalmente continuamos por un paisaje casi lunar, un cambio tremendo respecto a la mañana. Pasamos por decenas de “pueblos” que no son sino 3 o 4 casas juntas a la vera de un riachuelo, junto a los únicos árboles que se ven el horizonte. Asemeja el oeste de nuevo, esas casas de madera, los abrevaderos en las puertas, los carros apoyados frente a la carretera, las vacas, ovejas y ciervos (muchos ciervos) pastando en los vallados…
Cuando entramos en Naseby ya ha anochecido. Nos perdemos un rato hasta encontrar el camping, y finalmente podemos plantar la tienda, ducharnos, cenar y dormir, en espera del “famoso Naseby” de mañana.

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