3 días son suficientes para ir y volver a la luna. Y redimirte de todo por el camino.
Dicen que Ítaca amplifica su belleza por hallarse tan lejana, por precisar tanto camino para encontrarla. Y hollar caminos es precisamente lo que no hemos dejado de hacer en todo momento.
Ya sea la Osqueta, nido de buitres y cuervos, que obliga al visitante a cambiar su concepción (y sus prejuicios) de estos compañeros de vuelo. Porque vuelo, a ras de piedras, es a lo que invita su descenso, preñado de curvas y rocas.
Farallones mudos que observan el devenir de unos ciclistas que tras este día añaden una nueva palabra a su vocabulario: Villalangua.
Dicen que Ítaca amplifica su belleza por hallarse tan lejana, por precisar tanto camino para encontrarla. Y hollar caminos es precisamente lo que no hemos dejado de hacer en todo momento.
Ya sea la Osqueta, nido de buitres y cuervos, que obliga al visitante a cambiar su concepción (y sus prejuicios) de estos compañeros de vuelo. Porque vuelo, a ras de piedras, es a lo que invita su descenso, preñado de curvas y rocas.
Farallones mudos que observan el devenir de unos ciclistas que tras este día añaden una nueva palabra a su vocabulario: Villalangua.
Ya sea Donosti, Ulía, Jaizkibel, Pasajes y las sendas que los unen pegadas a la costa cantábrica, entre peñas y gotas de agua salada. Atravesando barranqueras que nacen y mueren en escasos cientos de metros de espuma y brincos. Recortándose entre laderas verdes y horizonte azulado, nos condujeron por un territorio tan nuevo y extraño a nuestros montaraces ojos. Y si le sumamos el rápido y a ratos vertiginoso descenso de Jaizkibel, la birra en la plaza de Pasajes y el cruce en barca por la ría, la jornada toma tintes ajenos a cualquier definición.
Ya sea entre otro mar, este de lomas verdes y hayedos inacabables, en Quinto Real. Ciclomontañismo al inicio, para llegar a un otero desde el que divisar las serranías navarras de Este a Oeste, de Norte a Sur. Adrenalina desatada a continuación, por crestas, lomas y bosque alfombrado de amarillo y marrón. Nubes de hojas que crea quien te precede y que enmascaran piedras y ramas, haciendo de la navegación un acto de fé y estadística.
Pero claro, ¿qué es todo este camino sin gente con quien andarlo? Los que hacen que lo bonito se torne inolvidable, lo arriesgado en carcajadas, el sufrimiento en recompensa.
Alfonso, Antonio, Carlos, Pello, Oscar, Mikel, Javito, Cuñao, Jose, Luisma… GRACIAS por hacer que Angelón y yo nos sintiéramos tan a gusto.
¿Qué sería de una ruta por Donosti sin su lifara con chuletones, sidra y txakolí en una Sociedad de auténtico lujo y con un chef que sólo le faltaba ponernos la comida en la boca?
¿O de unos huevos con chistorra, magras y tomate que se engullen entre risa y risa?
Qué bonito es tener tan claro cual es el sentido de la vida, ¿verdad?
3 comentarios:
Me ha encantado jorge casi me apena que se termine...un placer leerte...siempre lo es
Qué importante es reconocer Ítaca cada vez que se tiene delante de los “ojos”. Cada experiencia que nos invade por completo. Cada vez que nos entregamos y formamos parte de esa maravillosa aventura que es VIVIR y SENTIR con mayúsculas.
Que sean muchas, muchas las Ítacas que llenen tu vida.
Alas
Precioso compadre.
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